“MATRIMONIO A EDAD MADURA, CORNAMENTA O SEPULTURA”

Querido diario
Tú eres el único confidente donde soy sincera con mis cosas.
Sabes que estudiè para enfermera porque me gustan los niños, pero no había lugar en ningún hospital pediátrico, así que no me quedó más remedio que aceptar un puesto en el hospital geriátrico del estado.
Al principio me daba asco atender a tanto viejo, sobre todo a las mujeres. Todos huelen a viejo, un olor ácido, penetrante y repugnante.
Sin embargo, cuando encamaron a don Ismael, viejo viudo y rico, acostumbrado a mandar y ser importante, yo, por ser la novata, la directora del hospital me puso a cargo de este viejo cascarrabias. Le daba por ser conquistador y trataba de tocarme a cada rato. Fue cuando se me ocurrió mi gran idea.
En lugar de rechazarlo como era lo que merecía, fui amable y cariñosa. Te confieso que no sabia de mis grandes dotes de actriz. El vejete se voló conmigo y quiso tener relaciones. Desde luego, me hice la ofendida y le dije “sólo casada lo haría”.
Soporté las burlas de mis compañeros cuando nos matrimoniamos y durante un mes duró mi suplicio de ser una adorable y cariñosa mujercita. En el lecho matrimonial, nomás no, el anciano señor no “paraguas” y el viejo ridículo lloraba.
Al terminar el mes, para evitar las sospechas, le dije a mi decrépito galán que le iba a inyectar unas vitaminas intravenosas para que funcionará. Él de inmediato aceptó.
Desde luego, lo que le inyecto fue cloruro de potasio y a los pocos minutos el señor estaba ya en el infierno.
Los médicos extendieron el certificado de defunción por infarto agudo del miocardio con el comentario de que eso le pasó por casarse con mujer joven y en la suerte se quedó. Yo, quedo viuda pero riquísima.
Espero que el dinero me dure mucho (toda mi vida de ser posible), ya que volver a mandar a otro ricacho a la dimensión desconocida, hará sospechar a los médicos que son muy mal pensados.
Por lo pronto querido diario soy feliz.