Un joven galán

Hola, amigos.
Aunque retirado, como médico, de cuando en cuando, sobre todo, mis amigos requieren de mis servicios. Es el caso del joven Eusebio, hijo menor de mi compadre Timo. Este chamaco con muy buena apostura se cree galán e irresistible con las damas. Acostumbra a ir al elegante bar del “Hotel Marriot” para sus conquistas amorosas.
Cuando solicitò mis servicios, lo encontré dado “al cuas”, como vulgarmente se dice: decaído, madreado, lleno de moretones en todo su cuerpo, dolores musculares. Le pregunte:
—¿Qué te pasó?
—Ayer, fui a mi bar preferido y me llevè la sorpresa de ver a una hermosa fémina, aunque, decir sólo hermosa es quedarse corto dada la belleza de esta dama, sola, haciéndole el amor a un sabroso daiquirí. De inmediato me dirigí a ella: “Hola preciosa —la saludé—, vengo a alegrar tu soledad con mi compañía”. “Espero compañía”, dijo.
—¿Ay doctor! Se acerca un fornido caballero, alto, de aproximadamente 1.80 de estatura. Le pregunta a ella “te está molestando este güey”, le contestó con un escueto “si”, Y sin decir “agua va” me ha puesto una chinga de órdago, me golpea a placer y ya tirado en el suelo me gambeteó con singular alegría, de no ser por mi amigo el cantinero, en este momento estaría con un par de retorcidos cuernos en el infierno. No contento con la golpiza que me dio, al darme la última patada me dijo: “para que te eduques, cabròn”.
Yo, de malora, le pregunto:
—¿Te educaste?
—Mire doc, con esos modos ¿quién no?