“Quiero que me escuches”, dijo ella. “Quiero un poco de atención de tu parte. Quiero que comprendas que mi opinión y lo que yo pueda decir es tan valioso como lo que tú piensas u opinas. Quiero que en tu cabecita de chorlito quede bien claro que soy inteligente y no una estúpida como me lo haces sentir en todo momento. Quiero decir lo que siento cuando estoy enojada, triste o deprimida. Quiero no quedarme con las ganas de gritar o patalear cuando te estoy odiando porque me has ofendido. Quiero que si se me antoja comprar revistas de cocina o labores manuales no quieras endilgarme tus novelas cultas o tus libros filosóficos. Quiero que si se me antoja comer tacos en la calle, quesadillas o cualquier fritanga, no me salgas con que es antihigiénico, que me puedo enfermar y que es mejor comer en un restaurante. Quiero que si leo, veo o como mierda, me dejes hacerlo sin criticarme. Quiero acertar o equivocarme por decisión propia, sin tener que escuchar tus reproches y sermones. Quiero que no te creas mi guía espiritual o mi maestro. Quiero que comprendas que si elegí (porque fui yo la que eligió) estar junto a ti, es porque yo lo quise. Quiero libertad y espacio para colmarme con las penas y goces de esta vida que a veces como dice la canción de Armando Rosas, tan poco da; pero que si sabes buscar le encuentras el modo y acaba por gustarte. Quiero estar junto a ti todavía, pero no quiero. Quiero odiarte para siempre, pero tampoco quiero. Quiero ser una mujer independiente, pero también quiero que me quieras y que estés conmigo como trato yo de estar contigo, cuando realmente me necesites sin creerme el alma o el non plus ultra de tu vida. Quiero que me ilumines, pero no que me ciegues como la luz del sol”.
La escuché atentamente tratando de comprender cada una de las cosas que me había dicho. Abrumado, lo creí imposible, porque siempre he tenido la certeza de que a las mujeres no hay que comprenderlas, sino simplemente adorarlas. Pero como la quiero, dije:
“Yo quiero lo que tu quieras. Amarte como tú quieres. Como dijo Atahualpa Yupanqui: quiero ser tu luz y quedarme”.
Nomás se me quedó mirando sin decir nada, taladrándome con una de sus miradas antárticas. Y entonces, quizás debido al calentamiento global del planeta, sus ojos se dulcificaron, un intento de sonrisa pareció querer cruzar por sus labios de granada y musitó bastante audiblemente: “Eres un estúpido”.
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