En la noche, bajo la ceiba platicaba Don Sapo con el Topo, que traía lentes oscuros, por la luz de luna.
¿Ha escuchado hablar de Santa Claus?
Para nada Sapo.
¿Pero sí de la navidad?
Sí, mamá platicaba que era el día en que había nacido Jesús. ¿Y quién es Santa Claus?
-También le dicen papá Noel. Es un señor gordo, vestido de rojo que cada veinticuatro de diciembre llega a las ciudades del mundo y obsequia a los niños un regalo de navidad.
Por acá no viene. ¡estamos tan lejos!
Le muestro dibujos.
El Topo se quitó los lentes oscuros. Las veía y volvía a verlas .
¡Pero es igualito a ti! si te ponemos el gorro, un vestido rojo, tus botas y te inflas, serías el Sapo Claus de la selva.
-Qué cosas dice Topo. Sería bondadoso que los pequeños de la recibieran un regalo de navidad .
-Verá que todo se puede. El Rey de los Ratones nos dará toda la ayuda, si se lo pido.
-¿Quieres que los niños sean felices?
¡Claro que sí! –refiere el topo-entonces, te parece si por un día te conviertes en Papá Noel .
Don Sapo se quedó mudo y el Topo dando una media vuelta y levantando los brazos al cielo estrellado, dijo:
¡Dios nos ayudará!
La noche se hizo corta, armaron un plan y cada quien se fue por su lado. La noticia corrió de hocico en hocico. Santa Claus vendría a la selva y daría a los cachorros que se hubiesen aplicado en sus quehaceres un regalo de navidad para festejar el nacimiento del Niño Dios.
¡Cómo se le ocurre señor Sapo decir que Santa Claus vendrá! Me dijeron que informó a la comunidad que él llegará a repartir regalos entre los animalitos de la selva. ¡Eso no se hace! No de esperanzas. Bien sabe que apenas hay para comer. -dijo el señor Lechuza.
No tenga desconfianza. Ya verá usted que si los niños hacen su carta bien clarita, sin faltas de ortografía y diciendo por qué son merecedores de regalos, Santa cumplirá.
El regalo es un estímulo para que los niños sigan haciendo bien sus quehaceres. -exclama el Topo.
El Sapo se fue a ver al Rey de los Ratones, brincó por los camelotes del río. Después de muchas horas llegó a la ciudad. Encontró al Rey en la biblioteca, era su mansión. Allí, se enteró de que Papá Noel iniciaba su recorrido -desde el polo norte- con un trineo lleno de juguetes, remolcado por alces alados.
El festejo navideño llegará a los rincones del mundo para celebrar el nacimiento del Niño Dios; y es grato, señor Sapo que la lleve al corazón de la selva. ―observó el Rey.
Aquí están las fotos, de Papá Noel, con una bata roja, un bulto sobre el lomo. Don Sapo, usted tiene mucho parecido con él. –Dijo Mamá Ratona.
¿Usted cree doña Ratita? -Preguntó emocionado, don Sapo .
¡Claro que sí! Se imagina usted lo feliz que haría a los animalitos del monte, si en la navidad encontraran en su casa un regalo.
Pero, ¿y los regalos?
Eso es lo de menos, en la ciudad son tan desperdiciados, que los niños caprichosos tiran sus regalos y, al rato, piden otro nuevo. Los papás con tal de que no los molesten, vuelven a comprarles más. Tome esta franela roja. Ahora le confeccionaré su traje de Papá Noel.
¿Y los regalos?
Mamá Ratona chifló sacando la lengua y frunciendo los labios. Siete ratones prestos, llegaron.
Esta noche traigan muchos juguetes. Ordenó; “cada ratón debe de traer dos por lo menos”.
Una bandada de ratones obtuvo de diferentes partes: muñecas, ositos, jirafas, carretas, trenes, planchas, trasteros con sus vasijas, estufas con sus peroles. Se juntó una gran cantidad de juguetes, gracias a los niños caprichosos y, también, a los padres complacientes.
¿Y cómo podré llevarme tanto?
Nuestras primas, las ratas de agua nos ayudarán.
La biblioteca se llenó de Ratonas Blancas, orejas pequeñas y largas trenzas que se encargaron de dejar como nuevos, los obsequios. La niña fea dejo de ser fea, y la flauta se reconcilió con el viento. Los embolsaron poniéndoles un moño rojo con diferentes leyendas: ayuda a tu mamá, no faltes a la escuela, estudia a diario, respeta a las niñas y ama a tus padres y hermanos. ¡Feliz navidad! El Niño Dios nació.
Cuando mamá Ratona vistió de Santa Closs a Don Sapo, todos exclamaron: ¡ohh ! fue que recordó que al señor Santa se reconocía por su carcajada de JO JO JO . Don Sapo empezó a practicarla, pero no era convincente, sin embargo en su corazón retumbaba el JO JO JO.
Un camelote fue adaptado como balsa. Éste fue reforzado con raíces trenzadas por las ratas de agua. Lo esencial es que esté protegido por la madre tierra en contra de los malos espíritus que son fluidos que se transforman en cualquier tipo de maldad.
Recuerde Don sapo que el mal tiene muchas caras: una roca, un viento furibundo, una neblina un grito desgarrador o quizá una voz melosa. Va protegido, eso no quiere decir que sea a prueba de todo. Abra los ojos que desde este momento, usted pertenece a la bondad. Le acompañaran mis Ratas de agua y mis amigas las Nutrias que impulsaran el camelote hasta la profundidad de la selva y otro viajero.
En el cielo había una luna veleidosa. Por momentos parecía decir véanme, y en otras se envolvía entre las nubes. En el primer tercio corrió sin sorpresas. Gritos en la lejanía, chicharras en coro. Al llegar a la mitad del trayecto la luna se ocultó. La noche se hizo densa, la brisa se calmó. Ahora, el viento llegaba frío y zarandeaba a los árboles. El rostro de don Sapo empezó a preocuparse; se oían silbidos, y el agua del río se encrespó.
Los ojos de Don Sapo no daban crédito. En el agua había círculos de colores. Se veían hermosos, pero al afinar la mirada le latió con fuerza el corazón: eran víboras entrelazadas que rodaban sobre la superficie y amenazaban con tomar la ínsula. Las Ratas se ordenaron en fila con todos los sentidos exaltados. Los ojos los mantenían casi cerrados porqué podrían ser hipnotizadas. Las Nutrias formaron la primera defensa y con sus colas golpeaban el agua. El ruido intenso y las olas detuvieron el avance, sin embargo, una de ellas logró de un salto descomunal llegar hasta la isla con las fauces abiertas para deglutir de un solo bocado el cuerpo obeso del batracio. Sólo que, en el último instante, el Jaguar de un zarpazo le arrancó la cabeza.
Regresó la calma. La luna asomó nítida. Poco después, una docena de nubes gordas la envolvió, y la oscuridad se hizo intensa. Un silencio sospechoso bostezaba. Rompió el sonido del río: splash splash. Golpes en el agua, tambores líquidos que anunciaban otro suceso. Las Ratas olfateaban, divisaban el horizonte a ras del agua; al tiempo exclamaron: ¡lagartos! Hay muchos que están de rivera a rivera.
Las Nutrias dejaron de avanzar. Los caimanes nadaban lentamente hacia el camelote. La luna abrió un instante dejando ver una fila de ojos de donde fluía un brillo verdoso y rojizo. Los habitantes de la isla se agruparon, al frente se plantó el Jaguar. Dos enormes caimanes se adelantaron a golpear para derribarlos de la ínsula. Serían victimados con facilidad. Escucharon la voz de don
Lechuzo que les gritaba:
– ¡Cierren los ojos! ¡cierren los ojos!
Una masa de luciérnagas voló sobre los lagartos prendiendo y apagando su luz, lo que hizo que miraran hacia arriba; y al hacerlo llegaron miríadas de moscos que se incrustaron en sus párpados, obligándolos a hundirse en las aguas del río.
A don Sapo hubo que acomodarle el gorro, bata roja, y sus botas. le forjaron una canasta sobre su lomo. Así, mientras los infantes dormían fue dejando juguetes a los niños y a los padres, un nacimiento para venerar la llegada del hijo de Dios.
Sólo don Lechuzo y el Topo supieron que Don Sapo había terminado. El JoJoJo cada vez se oía más lejos camino a los pantanos.
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