Dicen que la naturaleza es compleja que jamás se puede controlar, que es salvaje, indomable y nosotros? con nuestras mentes que se entrelazan entre ellas mismas olvidándose del peligro de quedar anudadas en algún lugar, en un momento del pasado e ir secándose lentamente haciendo que nos quedemos atrapados donde no deberíamos estar, permanecer.

Dos hojas secas, marrones, reposan sobre una lona otrora blanca sus cloropastos hace tiempo que dejaron de funcionar, mucho antes de que el viento las separara de su rama, del fluir de la savia bruta que las hacían resplandecer vivas, verdes, luminosas...

Dos hojas secas separadas por una distancia mínima e insalvable desprenden una sombra que turba mi mirada, haciendome recordar que todo, absolutamente todo tiene un final y un recuerdo que solo precisa de uno mismo para interpretarlo, para intentar controlar lo que no se puede...

sin más, simplemente la naturaleza.