Hola. Tanto tiempo, van a ser tres años ya. Te escribo para recordarte. Sí, así es. Te escribo para no olvidarme de ti y los tuyos. Pero tú fuiste un ser especial, más especial de lo que imaginas. No sé si te acuerdas de mí, pero yo sí de ti. O al menos eso intento escribiendo estas cartas. Te recuerdo enorme, vivo y con una inteligencia demasiado abrumadora. Nadie había imaginado conocer a alguien como tú, de hecho, existen teorías confirmadas negativamente basadas en el hecho de que éramos la única especie y que nunca encontraríamos algo parecido a nosotros por el simple hecho de que el espacio es inmenso y sabemos que se está expandiendo. Además de que el porcentaje conocido que tenemos es brutalmente vago. Somos una partícula de ceniza de esos cigarros que tú y los tuyos fumaban cuando conocieron el tabaco. Un grano de sal de las playas que siguen siendo escasas, pero que te ayudó a ver y entender cómo era el agua antes de que no parara de llover.
Cuando llegaste no supimos cómo reaccionar. Estábamos estáticos, sorprendidos y con los ojos demasiado abiertos, he confirmado eso porque sé que no lo inventamos. Habíamos dejado tanto la ciencia de lado que dejamos de creer en los viajes interestelares. Cuando nos dimos cuenta de que la sincronía mental y la necesidad de volver a lo natural nos llevó a la magia, supimos que nunca jamás saldríamos de este planeta hasta sanarlo por completo. Y aún algunos extremistas opinan que seguimos siendo nosotros los culpables. La Tierra se va a sanar el día en que dejemos de existir, pero nosotros, los últimos humanos, decidimos protegerla y se volvió una paradoja.
Desde que comenzamos a rezar y encomendarnos a la naturaleza nuevamente, los días comenzaron a cambiar y empezó a llover y llover, de un día para otro. Agua condensada como nunca antes. Ni tormentas, ni huracanes, ni tifones, absolutamente nada. No hubo aviso alguno, casi como por generación espontánea, las nubes aparecieron un día y llovió días, y después fueron semanas, y semanas llovían. Meses, años, décadas, siglos y ya pasamos el milenio, y al menos en mi generación ya no recordamos realmente qué fue lo que hicimos más, si rituales o sembrar, sin embargo llovió. Y aún sigue lloviendo. Incluso después de estos 3 años de que nos visitaron.
Recuerdo los artefactos, las herramientas que tú y los tuyos nos enseñaron a fabricar para hacer mejor la labor en las inundaciones. Dedicaron tiempo y energía de sus extrañas vidas a enseñarnos parte de la ciencia que habíamos olvidado, pero yo creo que tú siempre diste más tiempo y más energía. Y ahora recuerdo cuando nos pidieron ayuda. Tú fuiste quien se acercó primero y me buscaste.
Fue extraño al principio comunicarnos. Pero el lenguaje de señas ayudó bastante. Más que extraño, fue difícil. Sin gestos que nos dijeran algo acerca de la intención de su búsqueda. Sin ojos como los nuestros que nos pudieran emitir alguna sensación de angustia o frustración o asentimiento. Pero la lluvia también ayudó bastante. Querías saber cómo era que llovía todos los días. Y les explicamos, a ti y a los tuyos que no lo sabíamos. No sabíamos cómo explicarte qué era esa magia que hizo que simplemente lloviera y después de un día no paró de llover más. No existía en ese momento, ya nadie pedía cosas, porque la lluvia había llegado y a pesar de todo, no era una molestia. Simplemente te comenté que había libros donde se menciona que fue un conjunto enorme de intenciones y que literalmente la fuerza con la que lo necesitábamos hizo llover porque la Tierra comprendió que éramos parte de su ecosistema. Parece una burrada, pero se los juro, a ti y a los tuyos. No hay registro real de cómo logró el planeta condensarse de esa forma hace más de 1000 años.
Nos compartieron también rasgos de su planeta. Nos contaste que estaba lejos, pero sus naves atravesaban el espacio de una forma tan veloz que casi no envejecían. Dilatar o contraer el tiempo fue algo que, según dicen, también intentamos para salvar la Tierra, pero no funcionó. Algunos quisieron huir o colonizar otros planetas, pero nunca lo logramos, los recursos eran escasos y cuando nos dimos cuenta, nos faltó tiempo para realizarlo. Así que hubo un quiebre, ese que te comento arriba. Dejamos de lado el querer mejorar tecnológicamente. Desechamos las computadoras, procesamos todo, nos tiramos al mar a limpiar el plástico, comenzamos a tratar mejor a las plantas, a los árboles, y casi como en agradecimiento, también a veces lo creo, el planeta nos devolvió el agua que se necesitaba.
Me acuerdo de todo esto y a veces supongo que me olvidaré de tu cara, o al menos lo que parecía una cara. Perdón si eso te ofende o a los de tu especie. Me gustaría visitarte, a ti y a los tuyos, y considero que me alistaré para ser uno de los primeros en la expedición cuando vuelvan los compañeros que se llevaron para su primer experimento con la magia. Espero te haya ido bien explicando todo allá tan lejos. Espero que hayas podido hacer llover en tu planeta. Ver llover por primera vez en tu vida debería ser una experiencia única. Yo no recuerdo cuándo tomé conciencia de que llovía todos los días. A veces simplemente me siento a verla, a sentirla en mi rostro, en el cuello, en mis piernas y a lo lejos veo tu sombra apareciendo desde el bosque y las sombras de los tuyos un poco más atrás, como si el mismo bosque los hubiera enviado.
Ahora miro a lo lejos y veo una de las naves que dejaste siendo probadas por humanos y se ve un pequeño progreso. Nos dijiste que bastaban 4 años para un ser como tú poder aprender algo. Basta entonces 1 año más y volverían con los primeros resultados. Y aquí estoy, esperando bajo la lluvia de un día lunes, esperando que llueva hasta el domingo, porque sé que va a llover hasta el domingo.
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