El Espia
Con mi manto de mal estado, me recuesto en la grama adorando el paisaje de aquella colina libre y hermosa. Con las flores iniciando el día, y el viento puro refrescando mi olfato. Entre los árboles y el verde rio, me encuentro con la vista hacia el castillo de la realeza. Me agrada el sol que me acompaña, porque su calor me hace viajar con menos carga. Hoy es un buen día, porque la reina entrega su mirada en la alta torre. Con su manto blanco y corona dorada, se desplaza espiando placenteramente los guardias. Su semblante es tan alumbrante, que reflejo sus ojos azules a larga distancia. Su pelo negro brilla con el sol radiante, mientras que su collar de diamantes la adornan como única. Camino por los árboles pasivamente, llevando el mismo ritmo de la reina que se desplaza lentamente. Las damas rodean a su majestad, indicándole que su presencia es requerida en la sala real. El momento es muy adecuado, porque entiendo que mi día explorando su excelencia ha terminado.
Después de cuatro días adorando las aves que rodean el campo verde, me siento con ansias, porque la reina la declaro perdida en mi admiración. Mis momentos de desesperación han llegado, y es por eso que pretendo ubicarme a otro lado. Aprovecho de mi manto color azul oscuro, con rasguños y mordidas de ratones que adornan su color, y es cuando se me hace mucho más útil, pasar como vagabundo. En el comienzo de una fría mañana, me ubico a las puertas del castillo. La guardia real con espada en mano, mirando impunemente la manada de vagabundos que se matan por una moneda. Escojo una esquina, e inclino mi rostro como si buscara comida en el suelo. La mañana empieza, y es cuando la hermosura se hace visible en la ventana derecha del carruaje.
Esta vez sin corona y pelo recogido, su majestad insiste desviar su mirada fuera de la pobreza y la humildad. Sus ojos azules reflejan la incomodidad del mundo detrás del castillo, y que se apagan a un color más aburrido. Recojo algo del piso y decido apresurar mi paso, me pierdo en callejones para engañar mi interés por seguir a dicha dama. Corro como león detrás de su abocado, pero el carruaje se despega con alta velocidad. Por mi esfuerzo al tratar de alcanzar, me tropiezo con una madre y sus dos niños de poca edad. La madre temerosamente abraza a sus hijos, como presintiendo una bienvenida hacia el más allá. Nuestros ojos se comunican, reflejando el dolor y temor de la presente vida, y en ese momento comparto su alma partida. Un pedazo de carne mal cosida, me acompaña en mi bolsillo, gracias al contenido de lo que recogí del piso. Le entrego la carne a la madre, que me bendice besando mi mano, arrepentida y agradecida. Mi trayectoria hacia su realeza es interrumpida, por la experiencia que se vive en mi mundo todos los días.
En la noche Las estrellas brillan la colina, miro al cielo y todavía puedo ver como las nubes quieren opacar la luna que insiste en brindarme la luz. Al mismo tiempo no puedo evitar como el castillo se ilumina como todas las noches, celebrando el banquete real. Tanta gente importante, que goza de comida fuera de mi alcance, mi olfato identifica la buena comida, el olor que llena mi estómago hambriento. Sueño comiendo lo que no es permitido a menos que robes o mates, me entrego al sueño profundo, imaginando mi vida en otro mundo.
Muy de mañana, bajando la colina, identifico al carruaje de la reina que pasa el puente que divide la ciudad. Me escodo detrás de los árboles, y me encuentro en ventaja porque la naturaleza me respalda. De árbol a árbol, escojo mi velocidad adecuada para alcanzar a su majestad, ya que la visión de la guardia real tiene obstáculos por no poderme visualizar. La lluvia comienza a engañar mi buen día, truenos y viento decepcionan mi búsqueda del pan de cada día. Mientras la lluvia hace que el carruaje se mueva lentamente, mi velocidad disminuye a mi favor. Entre truenos y el sonido de la lluvia, escucho un sonido desconocido, y es cuando me asomo lentamente detrás del árbol, y visualizo una rueda del carruaje destruida.
Al abrir la puerta del carruaje los truenos y la lluvia desaparecen como si su majestad diera la orden. Tres guardias reales rodean el carruaje, mientras que un sacerdote cuidadosamente atiende a la reina al bajar. Con su corona en su cabeza, y su manto rojo alumbrante, hacen que sus ojos iluminen el día lluvioso. Su cara de disgusto por el lodo, le hace el frente a la naturaleza, y es cuando exige que no la toquen ni para protegerla. Miro al Dios que está en el cielo, y empiezo mi descenso con puñal en mano y velocidad de fiera hambrienta. Ojos a mi blanco y con la intención de acabar el reinado, me esperaba un fin calculado. Tres guardias me hacen el frente con espada en mano, uno me rasguña mi brazo al pasarle por el lado. El segundo estira su espada a su frente con dos manos, lanza su metal hacia mí, perforando mi costado. El tercero choca su espada con mi puñal, y me patea brutal mente hacia el lodo acumulado. Con mi herida mortal en mi costado, le suspiro al sacerdote que me libre de pecado. Con mirada fija a la reina que revela su rostro de asco, le revelo al sacerdote mi pecado intencionado... "Padre, así como admiro y me enamoro de la belleza de vuestra reina, así como estoy enamorado de un país libre de gozar de su paisaje y belleza, de permitir comer calidad y no migajas, y vivir sin temor a la muerte programada, mi corazón pertenece a un solo amor".
Con sorpresa y malentendido se desplaza la mirada de la reina al malherido. El sacerdote exclama que vida tiene, pero el tiempo se nos acaba. Preocupada y angustiada, la reina insiste en preguntar el motivo, mientras que la guardia real atiende a sus heridos. Insisto que estoy muerto, pero los sonidos de tantos murmullos no define mi destino. La reina insiste respuestas a mi decisión, nunca refiriéndose a mí ni por intención. La guardia real le suplica a su majestad que se monte en el caballo, ya que mucha gente empieza a bajar de la colina con curiosidad en mano. Agonizando y enlodado abro mis ojos con mucho dolor y poco pulso, la reina en su caballo me grita bruscamente "Morirás por traición a tu reina", la guardia real intenta llevarme, pero el sacerdote insiste que moriré antes de que me levanten. Heridos y con miedo de replegaría, cabalgan con la reina fuera de mi vista. Mientras yo cara enlodada y desconocido por muchos, espero que el dolor se desaparezca, para entender que mi final no tiene vuelta atrás. El dolor me obliga a caer en un sueño involuntario, y mi conocimiento empieza a ser bastante lejano
Huelo un jardín lleno de rosas, y mi visión nota un arcoíris que le da vida a una montaña llena de frutos, naranjas, manzanas, peras y asta lechosas. Siento el olor de todas las frutas, ya que el viento se dirige hacia mí, exclamando que llegue a su bella creación. Camino emocionadamente a explorar tanta belleza, mi manto de seda blanca me refresca mi pecho, mientras mis sandalias de color oro reflejan el sol. Mientras más camino a la hermosa montaña, más siento cada sabor de su fruta en mi boca. El agua cristalina se esconde detrás de los árboles, porque cada brillo de su trasparencia se nota detrás de las hojas. Al llegar a la montaña me recuesto del primer árbol, y miro hacia atrás como si algo se me había olvidado. Al mirar hacia el comienzo de la entrada de la montaña, ya no veo el paisaje, y menos los árboles llenos de fruta, solo un vacío color marrón, como si el desierto lo oscurecieran sin sol.
Siento nuevamente el dolor y frialdad, ya que empiezo a escuchar a los vivos, abro mis ojos con mucho dolor, enfrento a la lluvia que cae en mi rostro, y el cielo gris que me indica cuando voy a morir. He notado que el cielo se mueve a mi ritmo, pero me doy cuenta de que me llevan en una carreta subiendo la colina, mientras ni ganas de llorar tengo, ya que el movimiento activa mis heridas. A mis pies noto 4 manos pequeñas rempujando la carreta, enlodada con el lodo y las uñas largas llenas de tierra. En ese momento escucho el murmullo delante de dos personas que insisten que morirán antes que yo, con temor unas de ellas dice que deben huir y dejarme atrás, la otra persona insiste que no debo morir de esa manera. Sin poder hablar y explicar mi derecho, muevo mi pie izquierdo exclamando que mi fin debería de ser solo para mí. Unas de las manos pequeñas agarra mi pie derecho y llama la atención con un nombre a unos de lo que no puedo ver por mi posición, en ese momento caigo nuevamente en mi sueño profundo.
Que cielo tan hermoso me hace compañía, brindándome épocas y épocas de una buena regalía. Siempre he sentido, que la naturaleza se mueve conmigo, porque decora su hermosura pensando en lo que admiro. En mi frente veo un río verde y transparente, que se me hace visible de lo alto de una pequeña montaña, donde me encuentro sentando y aficionado. Al otro lado del río un valle llano con árboles separados, es tan visible el campo que puedes detectar quien le hace su visita. Un caballo blanco viene corriendo del más allá del valle, alargando cada paso, galopeando con velocidad. El caballo interpreta un paso fino en la orilla del río, y brevemente me mira como diciéndome que no soy bienvenido. El caballo comienza a beber agua del río, con ambición de poca sed, como si solo mojara sus labios para hacerme creer. Su mirada exige nuevamente que no soy bienvenido, y brinca de un lado a otro con patadas de rebeldía, como amenazándome para que no cruce el río. El caballo desaparece al galopear más allá de mi vista, siento que me deslizo y miro a la grama que ahora está hecha de lodo. Deslizo con rapidez asta caer en el río verde, y mi sucio de lodo oscurece su profundidad.
Despierto nuevamente, y el techo de madera me dice que estoy en casa ajena. El pasto donde estoy acostado me dice que estoy en un establo. Mi cuerpo limpio y todavía en un mal estado, mi herida la acompaña una tela ya descolorida con sangre seca y un verde que rellena mi estocada. La fiebre es tan notable, que mi sed empieza relucir mi boca pegajosa. El dolor arde, y el sudor empieza a bajar mi por frente, la brisa de afuera trata de tumbar la puerta, y me hace saber que estoy en lo más alto. La oscuridad se esconde detrás del establo, y las dos velas pelean con la brisa de afuera para insistir en darme luz. El poco pasto en el establo me revela que está viejo y descuidado, porque es como si fuese yo el animal que ocupa todo su espacio. Las velas apenas separadas en una pequeña tabla, que fueron derretidas para que peguen en la madera, se quedan sin movimiento de peligro de incendiar el establo.
De repente el viento deja de abatir el alrededor, las velas tranquilizan la chispa de luz, mientras un frío congelante se apodera de mis pies, elevando mucho más arriba, cintura, estómago, cuello, cabeza y frente. Mis ojos abiertos como sin derecho a pestañear, mis huesos tiemblan como que si mi piel dejara de existir. En ese momento solo el silencio me acompaña, como si en verdad me desconectara de la vida que todavía me acompaña. Trato de distraer mi mente, pero ni memorias y menos pensamientos me acompañan. Todo ha parado, todo se ha quedado donde esta, el ruido se ha vuelto un olvido, porque no escucho ni el mínimo sonido. ¡Una voz de repente se escucha detrás de mí...!! Nadie esta contigo, solo yo que ahora soy tu único destino!!. Me dice la voz con tono lejana, pero claro. El temor comienza a rendirme homenaje, y empiezo a decirme que he muerto y no me he dado cuenta.
La voz se muda a mi derecha y me dice ...!!! Mi compañía es tuya, estas en medio de la vida y la muerte, pero tu muerte la quiero segura!!!. La voz nuevamente me habla como si quiere que entienda. ¡Siento el respirar de la voz a mi izquierda...!!! Soy yo el final, nunca será lo que esperas, pero siento que no te despegas!!. En ese preciso momento una oscuridad se para frente de mí, como si fuera un espejismo se convierte en mi imagen, con un manto amarillo que tapa todo el cuerpo menos la cara. Me reflejo a mi mismo limpio de toda marca, sin rasguños, afeitado como si mi piel brilla más que el nuevo día.
Al tratar de hablar, la imagen se sienta a mi derecha y me pasa la mano por mi cabeza, y relata... !! En mi camino te has metido, no una y menos dos, pero en toda la jornada que as podido, amenazas con mi propósito, e impediste lo que as querido". La imagen deja de pasar mi mano por la cabeza y mientras tanto me mira firmemente a mis ojos como exclamando respuesta. Al tratar de hablar, la imagen se para y da tres pasos como para salir del establo. En ese momento da la vuelta y fijamente me mira y me dice..!! Tu reina ha estado en mi lista, ya muerta en mi camino, ha muerto tres veces, pero no me la he podido llevar, porque siempre te encuentro en su camino!!!. Mi miedo escala a otro nivel, siento mi corazón, y de nuevo la vida me hace la compañía. En ese momento mi fuerza regresa solo para contemplar el miedo, y con mis labios temblando de temor es cuando digo, !!!! Eres la Muerte!!!!!.
Continuará......Rostro Enlodado
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