DAR GRACIAS Y PEDIR UN FAVOR
He llegado a una edad avanzada y mi hobby es observar el comportamiento humano. ¿Vaya sorpresas que he tenido!
Ernesto, Neto para los cuates, rico industrial que no llegaba a los 50 años, hijo de un amigo mío de la infancia QEPD. Neto era soltero y de ojo alegre, el destino le dio un cáncer que lo dejó irreconocible: flaco, descolorido, completamente calvo por el tratamiento, ojeroso. En fin, dado al “cuas”, como vulgarmente se dice.
Elisa, de 30 años, inteligente y calculadora mujer, soltera y muy guapa, entrevió la oportunidad de casarse con Neto. Una dieta sabrosa, llena de grasas, acompañada de vinos caros y exquisitos en lugar de refrescos y/o agua, endulzarán los últimos días de su marido y pronto ella quedaría como viuda acaudalada. Empleó sus argucias de mujer para conseguir su propósito.
Se matrimoniaron.
El tiempo pasó (es lo único que sabe hacer). En mi visita a la Basílica de Guadalupe, tuve la dicha de encontrar arrodillado, delante de la imagen de la Virgencita, a Neto. Diez años habían pasado y lo encontré muy cambiado: un cuerpo atlético, abundante pelo negro plateado en las sienes, apuesto, parecía menor a los 60 años que tenía.
—Quiubo, que milagro —lo salude—, ¿Cómo has estado? ¿Tu enfermedad? ¿Y tu mujer?
—He estado bien —me respondió—, gracias a la medicina moderna: radioterapia, quimioterapia, cirugía y mucho ejercicio, pero, sobre todo a la intervención de la Virgencita me aliviè por completo del cáncer que me agobiaba. Elisa, mi esposa, me dijo: “estas muy flaco, te daré de comer bien”. será que me repuse, por lo que la lujuria me entró con ganas, traía asoleada a mi mujer con ejercicios en la cama. Comimos de maravilla, muy sabroso, aunque no lo recomendaban los médicos (ellos que saben). Por desgracia, el mes pasado Elisa dejó este mundo, por un infarto masivo.
—¿Así que vienes a rezar por su alma?
—Bueno en parte, vengo más que nada a dar las gracias a la Virgencita por el favor recibido, al curarme de mi enfermedad y a pedirle un favor.
—¿Cuál?
—Qué me ayude a conseguir una hermosa dama de 40 años más o menos, sin hijos desde luego. Prometo en mi condición de guadalupano, tener en adelante una dieta sana, no vaya a ser el diablo de los infartos.
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