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La noche de año nuevo inevitablemente me lleva a recordar mi peor bochorno que me ha tocado vivir.

A pocos días de haber llegado a nuestra nueva casa, con dieciocho años y mientras lavaba el auto estacionado en el antejardín de la casa, la vi pasar por la vereda en reiteradas ocasiones. De inmediato reparé en ella. Bastaron pocos cruces de miradas para que sus ojos claros quedaran grabados en mi retina.

A media tarde tocaron el timbre, inusual para un recién llegado. Mientras me acercaba a la reja me percaté que era la niña qué recién en la mañana cruzaba por el costado de mi reja.

- Hola Soy Teresa

Necesitaba terminar un trabajo este fin de semana y su compás se le rompió. Supo que yo estudiaba ingeniería así que esa era una muy buena excusa, pensé.

Para no perder tiempo en conversaciones protocolares rápidamente acordamos que ya entrada la noche nos juntáramos a conversar más tranquilamente. Fuimos a bailar iniciando un pequeño romance.

Al principio nos vimos muchas veces pero al paso de las semanas nos perdíamos. Los estudios cada vez más intensos contribuían al distanciamiento. De vez en cuando pasaba por mi vereda y conversábamos, caminábamos y retomábamos lo perdido. Le hablaba de comenzar nuevamente y ella solo asentía. A veces desconcertada y otras veces entusiasmada. Finalmente dejamos de vernos. Lo lamenté. No conversamos lo suficiente para conocernos, saber de ella, sus gustos, sus intereses. Solo me quedó como recuerdo su belleza.

Llegó la noche de año nuevo y fui invitado por terceros a una fiesta que se realizaría en casa de Teresa. Una nueva oportunidad para verla.

Al llegar me recibió la mismísima Teresa.

- Qué bueno que viniste. Te extrañé muchísimo.

Teresa, como dueña de casa, pasaba con bandejas para allá y para acá. Con música estridente y a media luz en algunas pasadas se acercaba y muy feliz me convidaba un trago y me abrazaba. Otras veces se mostraba escurridiza. Al cruzar tomaba su mano, atajándola y solo correspondía con un apretón tierno. Seguía su curso.

Ya tipo cuatro de la mañana estaba tan mareado que veía todo doble. Me parecía que ya estaba perdiendo la razón porque Teresa me decía ya vuelvo y aparecía por el otro lado del salón. Después conversaba con sus amigas y de pronto estaba bailando en medio de la pista. Avalentonado y mareado decidí acercarme y aclarar en qué punto estábamos. Apenas se cruzó le pedí salir al patio.

La miré a los ojos y muy calmadamente y tratando de modular, dije:

-Teresa, ¿Cómo debo interpretar esto?

-No soy Teresa, Soy Angélica, su hermana gemela.

Quedé anonadado y avergonzado.

- Qué horror, toda la noche equivocado tomándote a ti pensando que eras Teresa

- Durante estos meses varias veces me interceptaste y me hablaste. Me dijiste cosas apasionadas y a veces salimos.

- Y porque no me aclaraste.

- No. A mí no me afectaba. Además yo te pedí el compás.

- ¿Qué?

- No, mentira, esa fue Teresa.

Texto agregado el 09-12-2021, y leído por 106 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-12-2021 Ja ja pobre se vas volver loco con las chicas Jaeltete
09-12-2021 Caramba con las niñas|! MujerDiosa
 
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