Cuando se vive en un barrio, lo mejor es tener amigos. Con ellos puedes asistir a fiestas, tomar café en el local de la esquina, beber cerveza o tequila hasta ahogarte, o simplemente platicar de las muchachas. En este grupo de amigos siempre existe uno que controla a los demás, que los domina y dirige lo que hay qué hacer. ¿Qué sucede cuando ese alguien es mayor que los chamacos, se cuentan de él torvas historias y parece tener a flor de labio la respuesta correcta para todo?... Con los amigos de la misma edad, uno se siente igual de estúpido que todos los demás; pero cuando un hombre como el doctor Valerga es el líder, hay que andarse con cuidado, porque como dice el refrán popular: “Cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde”. El joven Emilio Gauna lo respeta y lo tiene en muy alta opinión; así, con un dinero ganado en una carrera de caballos, Gauna y los demás amigos, acompañados por el doctor Valerga, emprenderán un viaje extraordinario, de tres días, por los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, para asistir al carnaval del 27 y vivir el desenfreno, la libertad que dan unos pesos en el bolsillo y la compañía de los amigos.
Todo transcurre como en un sueño: la visita a diferentes bares, la ingestión desmedida de alcohol, la diferencia de opiniones entre el mismo grupo, la necesidad urgente de mostrar la hombría, de tomar decisiones, de no quedar en ridículo ante los demás y menos ante el doctor Valerga. Entre los vagos recuerdos de esos tres días, Emilio Gauna recuerda una máscara y tras ella la presencia de una mujer misteriosa, bella y de voz dulce; pero cuando intenta precisar los hechos, todo se diluye en una bruma espantosa donde se trastoca la realidad y queda la duda cruel de los acontecimientos reales.
El recuerdo impreciso de la máscara, de aquella mujer enigmática apenas presentida, obsesiona a Gauna. Es una obsesión callada de la que no quiere hablar, aunque interiormente su corazón añore recordar con exactitud, lo vivido en esas tres noches de locura y alcohol. Ninguno de los amigos le dice nada y a él le avergüenza preguntar. Es entonces cuando acude a visitar al brujo de la barriada, para conocer el futuro de uno de sus amigos, quienes a pesar de su aparente amistad, tratan a Gauna, de dientes para afuera; excepto Larsen, con quien Emilio comparte departamento y confidencias. Es cuando conoce a Clara, la hija del brujo. Una chica muy atractiva y de las más codiciadas del barrio, quien, sin saber nadie cómo ni por qué razón, se enamora de él.
Emilio no está tan seguro de querer a Clara, de querer estar a su lado, de compartir sus vidas, porque Emilio tiene muchas dudas sobre su propia valía, sobre su hombría y sobre la máscara entrevista en la borrosa maraña de los recuerdos del carnaval. El brujo, padre de Clara, es un viejo sabio y resignado, que termina por estimar a Gauna, por aconsejarlo y creer que es el hombre que puede hacer feliz a su hija. Emilio se casa con Clara, tiene a una de las muchachas más lindas del barrio por compañera, pero la máscara aquella del carnaval continúa inquietándolo.
¿Es posible entrever el futuro de nuestra vida, tener atisbos de lo por vivir en años venideros, pero como si fueran recuerdos del pasado? Bioy Casares (como Borges, como Cortázar), juega con el tiempo, con los planos que delimitan la realidad del ensueño. Gauna precisa saber con certeza, recordar lo que ha de vivir, aunque ello implique perder a Clara y la vida serena y feliz que lleva a su lado. Demostrar de una vez por todas, a los amigos, al doctor Valerga, a él mismo, que no es un cobarde y que llegado el momento es tan valiente o más que cualquiera, para enfrentar en un duelo de arrabal, a otro hombre, sea quien sea.
Bioy Casares juega y mueve a sus personajes, para enfrentarlos a las situaciones límite que él quiere; aunque tienen una personalidad perfectamente definida y criterios arraigados, son arrastrados sin remedio hacia la fatalidad. “El sueño de los héroes”, es una novela dolorosa; pero sobre todo, una novela sobre la valentía y el amor.
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