Las tertulias en las oficinas son maratónicas. Se sabe la hora de inicio, que coincide con la hora de entrada pero la hora de término depende del termómetro emocional. Pasar reunidos conversando es una actividad simplemente desproporcionada y también alucinante.
Convengamos que algunas de esas horas de conversaciones son relativas al trabajo que ejecutan, pero muchas otras no lo son. Cualquiera sea el tenor de esas conversaciones se tiene que convivir con ellas.
Cualquiera que llegue pregonando que el calefón no calentó lo suficiente y se tuvo que lavar el pelo con agua fría en el ambiente se siente un rumor diciendo “a quien le importa”, pero la mecha ya está encendida. La conversación se inicia.
Hago este preámbulo porque en la oficina casi a diario viene dándose una conversación que hiere algunas susceptibilidades y deja a algunos malhumorados. El planteamiento original que dio a pie a esta maratónica conversación, fue: de qué sirvió haber estudiado matemáticas o física.
Los que nunca estudiaron una carrera reconocían lo importante que eran las matemáticas, las ciencias en general, que con esos conocimientos se entendía las complicaciones del medio ambiente y la reproducción. Se aplica la lógica y por último se evita no realizar el mismo trabajo dos veces.
Y los otros, que incluía a varios con carreras universitarias, rechazaban las matemáticas.
- Son inútiles y son mal enseñadas. No sirven para nada.
Mi tema era que las personas que cocinan debían saber de ciencias.
- ¿De qué hablas? Si cocinar es arte, no tiene nada de ciencia. Se utilizan técnicas, tal como el pintor usa pinceles, pero ahí las matemáticas o la ciencia no entra.
No sé si era pregunta o afirmación. Pero era uno de mis temas favoritos. Así que comencé.
- A mí me gusta la sopa hirviendo. –
- Y, ¿Dónde están las matemáticas?
- En el peso específico. ¿Saben algo de calor específico?
- No.
- Ven. A eso me refiero. Cuando estudiaba y llegaba generalmente en la noche, cualquiera de la que esté a cargo de la cocina, mi mamá o mi abuela, cortésmente me calentaba la sopa. Error, “Mejor me la calentaba yo”.
Me explicaba. A cucharadas probaban directamente de la olla y cuando ya se quemaban la lengua, me servían el plato. Pero cuál era el problema, que la papa y la carne no estaban lo suficientemente caliente.
Si hubieran sabido "peso específico", sabrían que aun estando la sopa caliente, la papa, la carne, el choclo, necesita más tiempo de calor porque su masa es mayor. Había que dejar la sopa hervir un poco y después servir.
Uno de los presentes dijo:
- Pero para eso no hay para que saber física, es puro sentido común. Diste un ejemplo puntual que no viene al caso.
Continué:
- Además en la probada de la sopa está envuelta la estadística. – dije para completar el punto.
- ¿Qué tiene que ver la estadística? – Dijo otro.
- Para probar que la sopa esté caliente no necesitas probar toda la sopa. Sacas una muestra, una cucharadita.
- Ya, de nuevo, eso es sentido común. Ya, dejémoslo ahí. Vamos a almorzar. En la tarde seguimos.
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