Tácticas de ligoteo: años ochenta.
Uno. Venga, va.
La de dar un poco de lástima era la que más resultaba, creo recordar. Aunque las hay del más variado tono. La del "carpe diem" también es bastante usual y efectiva pero no conjuntaba enteramente con aquella primera mocedad. Lo principal, me parece, era no ponerse arrogante. El que sabía cantar, cantaba; el que tenía músculo lo exhibía, y los que no, pues recurríamos a la persuasión y a la insistencia humilde con términos como "venga, va". Dicho suavemente. Por cierto, nunca he sabido si ese "va", va- valga el redundar- con "b" o con "v" por ser un término que no recoge el diccionario de ninguna de las maneras. Pero era muy socorrido, quizá la frase decisiva si se pronunciaba con la entonación adecuada tal "va". Nada de imperativo; le iba muy mal. Lo he buscado en "google" y resulta que es portugués el término. Tantos años después se entera uno que estaba hecho un políglota para ligar. Aquellas puertas cerradas era menester abrirlas con la frase mágica ad hoc. Pero no te ibas a poner a decirle a una chica "ábrete sésamo". Te hubiera tomado por loco. En cambio venía pintiparado aquel "venga, va". Era el toque final, decisivo, la estocada certera que podía poner fin a aquella faena dialéctica en que se empezó a convertir el ligar.
A uno le parecía de muy mal tono utilizar la posición económica como argumento para intimar. Era una mercantilización del asunto que hablaba de la poca clase del candidato. Se podía presumir de lo que fuera- incluso de estar bien dotado por la madre (naturaleza, me refiero), pero nada de bancales ni de almudes de tierra- que es como se materializaba la riqueza por este andurrial. De baja estofa, ya digo. Una estofa a la que le venía fatal el "venga, va": determinante, decisivo, fundamental (todo en función de ese "venga, va": el empujoncito final). A tales efectos, cabe decir, que como uno no llevaba propósito nupcial como objetivo principal y al asunto de la lascivia había que ocultar, pues utilizaba escusas como la de la tranquilidad y la del éxtasis musical. Pura demagogia pero eficaz. Claro, uno no se andaba con grandes cerebros que le hubieran dicho "vade retro, Satanás", sino con chicas corrientes que necesitaban también persuadirse de que sobarse un poco y proceder a cierto acercamiento bucal, con la excusa, por ejemplo, de poder hablar, tampoco era una cosa que estuviera demasiado mal.
A tales fines dispuestos del “venga, va” estaban los reservados discotequiles: la cueva metafórica a la que habría de conducir aquel remedo de “ábrete, sésamo” nuestro particular.
Dos. Las lentas( próxima entrega).
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