Se esparce la basura
en las orillas de las calles,
entre pozas de orina
y cuerpos caídos
yace la esperanza.
Duerme con hálito alcohólico,
cernida entre manchones
de aceite quemado,
vestigio impregnado
del alimento apresurado
al alcance de los bolsillos.


Cortinas metálicas temerosas
de ser derribadas
por desenfrenados alunizajes.
Descomposición repulsiva
de brochas en olores,
decorados de estética muerta.
Vistosos manchones de colores.
Surrealismo de la cultura urbana
que escapa a la belleza.
Búsqueda perdida de la identidad
que se cuela como grito de esperanza.


¡Somos nosotros!
¡Estamos aquí tendidos!
Mira la fealdad
que a nuestra vista
se pinta y expande
como queja hermosa.
¡Somos nosotros!
¡Estamos aquí!
Para quitarte por la fuerza
lo que nos fue negado
con negros rayones
y odio adoctrinado.


Me despierto al sueño
de párpados abiertos,
donde la tierra gira
y se aleja con rumbo
incierto.
Justo al centro
de la soledad humana.
Entre voces alzadas
sobre el ruido normal,
entre el rugido de motores,
bocinazos y pisadas aladas.


Tarde salté alegre
en la suavidad
de locas ideas.
Sobre blancas
colchas mullidas
soñé que el universo
tenía sorpresas.
La gracia de expandirse
en armonía,
sobre la punta de la cola
de un perro que dormía,
montado en el ronroneo
de un gato negro
que distraído sonreía.