ANIMACIÓN
Sentado en la butaca revoleando las piernas, mira el tablero flotando en sus narices, y deduce que en su adolescencia nunca descubrió el arte de sentir, la quietud en un lugar entre tantas personas organizadas, sencillamente fue diferente, el tablero es terriblemente aburrido, siente que sus piernas se aquietan incomodas, el ya no debería seguir sentado así, los miedos regresan apresurados a instalarse en su mente.
Juan …donde te has metido hermano, tengo frío y estoy desarmado en este atolladero, en esta muralla insolente que clama por mí,. Sabe que Juan no lo escucha, hace rato que no lo escucha, su vida transcurre solo por la paralela de sus sentidos, tiene miedo de no saber seguir la ruta, quiere salir de allí, trata de levantarse pero el murmullo aquieta sus movimientos, y se deja caer nuevamente en su butaca, presiente que no podrá hacerlo, duele el tiempo que pierde entre las sombras desconocidas que le rondan.
El tablero sigue dando números sueltos, páginas que no entiende, voces, discusiones que ahondan más sus miedos, la música comienza a repicar con la fuerza, y ve a Juan que se asoma por el corredor desesperado, le grita, hace gestos con sus manos, el sonido es cada vez más profundo, el temor más amargo, vuelve a gritar, pero ya no ve a Juan, es un espejismo, un deseo que nunca se concretara, sus lágrimas corren presurosas hasta llegar a sus rodillas desvestidas, siente la tibia gota caer, el tablero se prende y se apaga, el ritmo es cada vez más rápido, las luces juegan con la música.
Cuando llega el silencio, en la soledad del tablero. José mira, y se ve entre los desperdicios de papeles, razona, ¿así viviré eternamente, entre butacas polvorientas y tableros desordenados, con el ritmo latente del silencio acostumbrado?...
A-M-R.
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