Facundo.
–––Facundo… tenemos que hablar!
–––¿Qué pasa Rosita? No puedo ahora, es la hora de darle de comer a los animales.
–––No me importa, es urgente.
––– ¿Qué puede ser más urgente?
––– ¿Sabes qué día es mañana?
––– Por supuesto, es el cumpleaños de las mellizas, cumplen seis años, parece mentira.
–––De eso mismo quiero hablarte, ayer vino una mujer a verme.
–––¿De quién me estás hablando? No vi a nadie ayer y además, nadie viene por estos lados jamás.
–––Es una visitadora social.
–––¿Y eso qué es?
–––Facundo, sé que no querés hablar de eso, pero en dos meses las niñas van a tener que ir a la escuela.
–––Mil veces te dije que ellas no van a ir a la escuela, acá las necesitamos y además son mujeres, no necesitan saber leer ni escribir, se van a casar y en el campo no necesitan nada de eso.
–––Creo que no entendés nada, ellas tienen derecho a elegir su propia vida y aunque no quieras van a tener que ir a la escuela o de lo contrario se las va a llevar el gobierno para darles educación.
–––Eso ni lo sueñes, mis hijas son mías y no del gobierno.
–––Por supuesto que son nuestras pero la vida cambió mucho desde que nosotros éramos chicos, yo tuve la suerte de poder ir a una escuela porque mi padre era maestro y lamento que tus padres no te dejaran ir para trabajar en el campo, pero son otros tiempos y yo creo que vamos a tener que ir pensando en qué irán a la escuela ya que ésta está en el pueblo vecino y son como dos kilómetros para llegar.
–––¡Me gustaría hablar con esa mujer, ya vas a ver las cosas que tengo para decirle!
–––Entonces abrile la puerta, está esperando afuera.
–––¿¡Pero, quién se cree que es!? Nadie se va a llevar a mis gurizas.
–––Adelante señora, el padre de mis hijas le va a hablar.
–––Buenos días señor Pérez, soy la visitadora social y sé que tiene dos hijas en edad escolar y que aún no las ha anotado en la escuela y debo decirle que queda poco tiempo, me agradaría conversar con ustedes para saber el motivo.
–––Mis hijas no van a ir a la escuela, no es necesario.
–––Creo que está equivocado señor, las niñas tienen que concurrir a la escuela y ustedes tienen la obligación de mandarlas.
–––Y ¿Quién va a obligarme?
–––Nosotros, o la policía si es preciso, de lo contrario nos haremos cargo de ellas y sólo podrán verlas los fines de semana.
–––Usted está loca. Jamás voy a permitir que se las lleve.
–––Señor Pérez, no estamos aquí para pelear con usted, acaso ¿No se da cuenta de lo que dice? Las personas necesitan de la educación, no vivimos en la época de las cavernas, todo ser humano tiene derechos y aunque sean menor, ellas también los tienen. Me agradaría saber cuál es el motivo por el que no quiere que sus hijas estudien, por eso estoy aquí.
–––Yo nací y me crie en el campo y no sé leer ni escribir y trabajo y traigo la comida a mi casa y no nos falta nada.
–––Lo entiendo, pero ¿No le gustaría que sus hijas puedan llevar una mejor vida, estudiando, aprendiendo una profesión que lo harían sentir orgulloso de ellas?
–––Yo estoy orgulloso de ellas.
–––Mañana es el último día para anotarlas, los dejo para que piensen en lo que van a hacer, voy a esperarlos en la escuela, no falten por favor, piénselo bien, dele una oportunidad a sus hijas, la que usted no tuvo y que sé por experiencia que también la hubiera deseado, buenos días.
–––Rosita, ¿Qué vamos a hacer?
–––Facundo, siempre pensé que llegaría este momento, sabes que nosotros ni siquiera estamos casados, nunca dije nada porque te quiero y sé que para ti eso no tiene importancia, pero, aunque no lo creas ese era mi sueño, el casarme por iglesia y por civil, pero te conozco y sé que nunca lo hubieras hecho y yo estaba muy enamorada de ti como para dejarte ir.
–––Rosita, yo no sabía que eso era lo que querías, siempre pensé que estábamos bien así sabes que soy muy bruto pero que también te quiero y es cierto lo que dijo aquella mujer, hubo una época, cuando era un muchacho que hubiera querido haber ido a la escuela, pero tú sabes cómo es mi familia, el campo es todo para ellos y ahora me doy cuenta, no me criaron como a un hijo sino como a uno de los animales que se necesita para hacer el trabajo. Rosita, creo que es hora de que cambie, mañana vamos a ir a la escuela, yo mismo voy a llevar a las niñas cuando tengan que ir, a caballo si es preciso, ellas merecen algo mejor que ser unas simples mujeres sin destino o mejor dicho con un destino incierto. Además, vamos a pasar por otro lugar, el registro civil que, aunque no se ni leer ni escribir, espero que me enseñes y vamos a casarnos porque, aunque las niñas fueron anotadas cuando nacieron sólo puse mi pulgar y ahora siento vergüenza por ellas y por ti pero te prometo que todo va a cambiar de ahora en adelante.
Al día siguiente la sorpresa de la asistente social fue mayúscula, nunca se imaginó que aquél hombre tan rudo pudiera haber cambiado de opinión tan pronto, pero, Rosita se adelantó a decirle que ella conocía al padre de sus hijas y que era el hombre con el que decidió vivir a pesar de todo y que la Fé nunca la abandonó porque el amor… el amor todo lo puede.
Omenia. 15/11/2021
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