Puerto Moresby me era conocía del juego de Carmen Sandiego. La temática consistía en encontrar a un criminal en base a una serie de pistas para dar con su paradero. Como les decía, un lugar común en el periplo del juego era esa ciudad, o puede ser la que más recuerde, ya que en la búsqueda se recorría todo el planeta.
Motivo de mi profesión se me envió a Papúa Nueva Guinea, en la misteriosa Oceanía, al norte de Australia en la mitad oriental de la isla.
La Capital de ese país insular encabeza el rating de unos de los peores lugares en el mundo para vivir. Si hay un sitio en el mundo para recrear a la Babilónica Torre de Babel es allí. Sería muy osado de mi parte llamarla cosmopolita por el solo hecho de convivir con una multiplicidad étnica, idiomas cultura y religiones. Lo que más se acerca a la definición sería la ciudad del caos.
Aclaro que mi profesión es el de “facilitador”, un eufemismo que indica que pertenezco a los servicios secretos de mi país e intervengo en casos de conflictos entre partes, siempre que el resultado de esas “partes interesen al país”
Muy curioso fue la tarea encomendada, el señor 5 apodo tradicional del jefe de inteligencia me citó en su despacho
—Agente especial Maidana
—Buenas tardes Sr.
Siempre tuve la duda si llamarlo por su nombre que lo sabía u obviarlo por motivos estratégicos. Lo cierto es que Roque, ese era su nombre, no quería que lo nombraran.
—Maidana, tenemos un problema en Puerto Moresby, nos consultaron en aquella ciudad y nos informan que el inmueble de nuestra sede diplomática se halla asediado por elementos de ejércitos irregulares que merodean la zona.
— ¿Me está diciendo de que nos pueden atacar la embajada?
—Siéntese, Maidana
Fue una entrevista que duró varias horas. Es increíble el grado de detalle de la información recabada. El tema adquiría una seriedad que rara vez en mi vasta carrera me había pasado.
Atardecer en Puerto Moresby, como todo en ese lugar, espantoso, ya sea día o noche.
La Casa en Cuestión, de estilo incierto, en el centro diplomático, donde flameaba una bandera argentina como estandarte de posesión.
— Buenos Días Edgardo, ¿qué anda pasando por aquí?
— No lo va a poder creer, esta mañana mientras el cuerpo médico de la ciudad procedía a la vacunación para el COVID, se aparecieron unas especies de sombras que danzaban alrededor de los pacientes.
— ¿Que bailaban?
— La Balalaika Maidana, les estaban dando la Sputnik—respondía irónicamente, claramente ofuscado el embajador
— Según tengo entendido, desde la oficina de Roque, digo, desde la AFI me informaron que estas presencias suelen presentarse en vísperas de hostilidades.
Lo que no sabían los representantes argentinos es que en la zona de la embajada a pocos kilómetros existen tribus caníbales que tienen amenazados a toda la región. Los argentinos estaban en la lista de los manjares a manducarse en los próximos tiempos.
Estudios sociológicos y antropológicos atribuyen las costumbres antropofágicas de las tribus de Nueva Guinea al odio que se profesan las tribus.
Es difícil que un caníbal se coma otro miembro de la tribu. Suelen complementar sus dietas con proteínas vegetales dada la pobre nutrición que ofrecen los humanos.
En el caso de los representantes diplomáticos argentinos, parece que el odio fue producto de que les ganaron una extensa partida de Hukaletu al jefe tribal. Es una especie de piedra, papel o tijera, en que los caníbales no sobresalen.
El gran Cacique Mubaret declaró entonces la guerra a la Argentina. No suelen dejar prisioneros y es difícil no terminar en las ollas de sus perseguidores.
—Edgardo, tengo instrucciones del Sr 5 de ofrecerles todo el apoyo diplomático para esta ocasión. El envío de infantes para defender la sede puede resultar contraproducente, los soldados argentinos han engordado unos kilos por la pandemia y pueden significar una provocación a los miembros de la tribu.
—SI me piden un consejo, jueguen nuevamente y déjense ganar. Muchas guerras se evitaron con grandes sacrificios.