El vagabundo.
El caluroso verano había presagiado un invierno demasiado duro, más frío que nunca, donde la lluvia, el viento y hasta la nieve se habían instalado para quedarse, al parecer por mucho tiempo.
El viejo galpón de chapa y sin puerta estaba repleto de gente, hombres, mujeres y hasta niños que olvidados de la sociedad y de la vida hallaban refugio en él.
Nadie conocía a nadie, cada uno vivía en su propio mundo donde las preguntas hubieran quedado sin respuestas y quizá por eso mismo allí no había comunicación, al llegar la noche, cada cual en un rincón dormía sobre viejos cartones o simplemente acurrucándose en algún lugar para no morir de frío o de hambre.
Nadie sabía al lado de quién dormiría esa noche y tampoco a nadie parecía importarle.
Aquella era la noche más fría cuya lluvia y tormenta eléctrica parecía invadir el amplio refugio, el nerviosismo se había apoderado de todos, nada bueno podría surgir de una noche como esa y ocurrió lo que muchos pensaban, una tragedia había llevado a un muchacho a refugiarse allí, nadie le preguntó nada y el joven se recostó en una pared despintada y trató de dormir sin ver a nadie.
A la mañana siguiente la lluvia continuaba, pero muchos tenían que salir, la comida era algo que sea como fuera tendrían que conseguir y allí, sin salir jamás llegaría.
Vagabundos, solitarios, idos y hasta personas que parecían normales recorrían las calles, la basura y hasta pedían limosna para poder pasar un día más.
El único que no se movió fue el muchacho que había llegado la noche anterior, todos se dieron cuenta y a pesar de que no acostumbraban a meterse en la vida de ninguno, se fueron acercando de a poco para ver si estaba vivo ya que era imposible que no se hubiera movido durante todo el día.
El más viejo, un vagabundo muy callado al verlo tan pálido le preguntó si se sentía bien pero no obtuvo respuesta, sólo una mirada que hacía helar la sangre de quién la viera.
El anciano le tomó una mano y con una pericia casi increíble le tomó el pulso.
De pronto recorrió el viejo galpón y trajo algunos trapos viejos con los cuales tapó al muchacho para darle algo de calor y dijo que deberían hacer algo entre todos ya que, si no le daban algo de comer y beber, ese sería su último día en la tierra.
Los allí presentes a pesar de parecer indiferentes salieron sin siquiera hablar para volver luego, algunos con botellas de agua y otros con restos de comida conseguida quién sabe cómo y entre todos ayudaron al muchacho que seguía sin hablar.
Los días fueron pasando y algo había cambiado en el lugar, la gente se había hecho más solidaria unos con otros y nada parecía igual, el anciano seguía ocupándose del muchacho las pocas mujeres que allí vivían, lo aseaban como podían y lo alimentaban.
Cierto día, uno de los indigentes habló, les contó que debido a lo que estaba sucediendo desde que el muchacho llegara, había decidido volver a trabajar, era albañil y había una obra muy cerca del galpón donde necesitaban mano de obra experta y lo habían contratado.
Todos lo felicitaron entonces otros jóvenes como él le preguntaron si a ellos también les podrían dar trabajo, querían sacar al muchacho de aquél lugar, tenía algo que no podían entender y sus vidas eran diferentes desde que él llegara.
Allí se empezó a conocer los distintos oficios de cada uno porque no todos habían nacido en la calle, cada uno había tenido una vida anterior y por una razón u otra habían terminado en la calle.
Uno había sido enfermero, pero una tragedia familiar le había hecho perder la razón y dejar todo para olvidar y fue así que terminó sin trabajo, sin casa y sin nada ni nadie a quién recurrir.
Y así fueron confesándose uno por uno, cada cual, con su cruz a cuestas, pero deseando volver a vivir y más que nada ayudar, algo que no había acontecido con ellos.
Allí estaban, hombres y mujeres dispuestos a cambiar de vida con tal de salvar una sola.
A medida que pasaban los días, el muchacho gracias al cuidado y atención que recibía de todos, al fin logró volver a hablar.
No tenía palabras para agradecer todo lo que aquellos vagabundos habían hecho por él y quiso contarles su historia.
Tenía catorce años, aunque parecía mayor debido a la expresión de su rostro, vivía con sus padres y hermanos más pequeños hasta que un día, vio cómo su padre golpeaba a su hermanita de dos años hasta matarla, ese fue el peor día de su vida, vio cómo llevaban entre él y su madre a su hermanita muerta y la enterraban en el patio de la casa, desde ese día perdió la razón y salió de su casa sin rumbo hasta que la tormenta lo llevó al refugio en el galpón, allí perdió el conocimiento hasta que el anciano lo ayudó.
Esta triste historia fue comentada por todos ya que habían oído las noticias donde unos padres denunciaban la desaparición de su pequeña hija y de su hijo mayor.
El anciano habló al muchacho dándole un consejo inusual pero que esta vez era necesario, los otros hermanos del muchacho podrían correr el mismo destino si no se hacía nada.
El anciano contó al fin quién era ya que jamás lo había mencionado antes.
Había sido un excelente cirujano diez años antes, pero la muerte de un hombre en el quirófano lo había hecho irse de su casa y abandonar a su familia pues no se sentía con derecho a seguir operando sabiendo que la bebida podría hacer que volviera a matar, aunque ese no fuera su propósito.
Y así fueron surgiendo de a poco las confesiones, cada uno tenía algo que contar, algo escondido muy dentro de su ser y que ahora parecía querer salir.
El muchacho, acompañado por el anciano se presentó en la comisaría a contar lo sucedido, de ahí en más todo cambió, una tía se hizo cargo de los hermanos y de él llevándoselos a vivir con ella mientras que, comprobado el crimen, los padres fueron encarcelados para no salir durante largos años.
El anciano quiso saber de su familia, pero no se animaba a ir a verlos hasta que un día recibió la visita de su esposa quien fue a verlo y a decirle que volviera a la casa, que el hombre del quirófano había muerto de muerte natural y que él nada habría podido hacer y que sus hijos no habían dejado de buscarlo durante años, igual que ella pero que sólo la casualidad los hizo encontrarlo nuevamente.
La vida había cambiado a muchos seres que parecían predestinados a dejarse morir, aunque como la vida no puede cambiar a todos, el galpón sigue llenándose de vagabundos esperando que un milagro los salve y quizá, tal vez ese milagro vuelva al viejo galpón, algún día, ¿Quién sabe?
Omenia 12/11/2021
|