Volví del recuerdo algo perturbado. Seis personas en fila esperaban ser atendidos. No se cómo me sucedió pero pasé de revisar los papeles del primer cliente en la fila a aquella tarde en la selva colombiana. De milagro no perdimos la vida cuando ese avión nos tiró con ráfagas de metralla.
-Fernandez, los clientes lo esperan dijo preocupado mi jefe.
-Sí claro, enseguida. No se preocupe le contesté.
Cuando volví a mirar al frente, mi madre depositaba la torta de mi cumpleaños en la mesa.
-¡Que los cumplas fe- liz, que los cumplas fe- liz, que los cumplas Robertooo, que los cumplas feeee liz! me cantaban entre todos.
Sonreí complacido.
-¿De qué te ríes buey? ¿Ya te pegó la coca? preguntó un hombre con tonada mexicana que se encontraba sentado en el cordón de la vereda a escasos tres metros de mi.
Instintivamente me toqué la nariz e inspiré con fuerza.
-Eso,muy bien. Ahora exhale despacio. Eso es decía el doctor mientras apoyaba el estetoscopio en distintos lugares de mi espalda.
Recorrí con la mirada el consultorio. Volví a exhalar.
-Estás cansado, Rober. Podemos dejarlo para mañana si quieres dijo ella en ropa interior. Su cuerpo se veía tan hermoso
-Noooo, no, no estoy cansado. Me siento como un toro me apuré a aclarar.
-Pues entonces sigue empujando. Así de flojos nunca haremos arrancar el camión dijo enojado mi compañero.
Mis manos estaban apoyadas en la caja metálica de un camión que transportaba productos lácteos. Unos segundos después el vehículo hacía sonar su motor.
-Listo- dijo el mecánico mientras descendía de mi automóvil Ahora con los inyectores limpios no tendrá problemas.
Mientras le abonaba el importe acordado, el hombre se animó a decirme:
-Jefe, disculpe. Lo observé mientras trabajaba. ¿Se encuentra bien? Lo noto con la mirada dispersa, como balbuceando cosas en voz baja.
-¿Le parece? No, no crea. Mi mente siempre está bajo control. Bien enfocada.
Me despedí y caminé hasta la avenida para llamar un taxi. Allí circulaban góndolas que trasportaban enamorados mientras los gondoleros cantaban dejando estelas sobre el agua.
-¡Señor! ¡Su automovil! No se lo va a olvidar aquí
-Ahaaa, sí, seguro contesté con aire de suficiencia.
Ya sentado en el vehículo, puse reversa y comencé a retroceder despacio.
-Quince segundos para el despegue, Houston. Motores encendidos.
La vibración de la nave era tremenda. Partíamos nuevamente hacia Marte.
En la Tierra, la cara del mecánico denotaba algo de preocupación.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 11/11/2021.
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