La recuerdo llegando con su hermano a la casa que yo visitaba en el campo. Ambos eran finos, de estaturas moderadas, cabelleras negras y lisas al caer sobre sus cuerpos y con un andar jadeante. Posíblemente por venir por trillos irregulares en relación a los niveles planos del suelo.
Y entraron por la cocina, ubicada paralélamente, a unos cuantos pasos del rancho. Pero, era que allá estaba Marcia, la novia del varón. En cambio al otro lado, Felo el novio de su hermana, hojeaba las páginas de una versión de los cancioneros Picót, de la época. Y a su lado, Yo miraba impresionado, la elevación de la pierna derecha de África, al ensartar el muro de entrada, antes del fogón.
Eran las once de la mañana y la excelente cocinera(Marcia), bregaba con el desgalle del arroz y reducía el nivel del fuego, que amerita ese tipo de grano. Entónces y como nivelación del cuerpo, la recién llegada levantó la segunda pierna y confirmé, lo que había creído era una ilusión óptica: un vellaje tán negro cómo la melena que cubría toda su espalda.
Debí de haber tenido casi doce y éllos, los hermanos de distintas familias, transitaban entre los dieciocho y los veinte y dos. Y Felo, antes de que la novia juntara sus pies sobre el suelo de la cocina y habiendo lanzado sobre mi pecho el libro que sostenía, sé fundió con África, ante la indecisión de Casiano, de haber hecho lo mismo con su hermana.
Pero pasó el tiempo y aúnque mis viajes al campo eran anuales, no perdí el historial de los cuatro. Y resultó que una de las dos uniones, perdió solidez y unos siete años más tarde, la mujer sé mudó al pueblo. Precísamente a la parte bellazca de mi barrio y en mis pininos por los ambientes que siempre les temí, tropecé con su mirada, indescríptible, sí sé quiere, pero de distanciación galáctica.
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