¿Cuando dejé de ser?, el fuego intenso que vivía en tus pulmones
que se expandía, desde y hasta tu boca curtida.
Aquel que sabía encender tus sucios cigarrillos con los te supiste satisfacer.

¿Cuando pasé a generar
ese sombrío dolor?.
A oscurecer y a quemar tus hermosos labios,
dejando fugar el amor.

-Me pregunto yo- ¿Cómo me transforme?, en algo fugaz como el humo.
Pálido, liviano y sin cuerpo.

-Deténgase-. Tarde, cansado pienso mientras miro caminar:
¿Por qué el cielo, volvió a tener forma de cielo?
¿Porque ya no deseo acariciar hojas ni perros?
y, ¿por qué la bolivariana se silenció? -Ahora encuentra en calma anciana-.

¡Si! ya lo sé que apareciste sin alguna razón
No veo ni se, porque carajos le empecé a buscar mil y una explicación.

¿Cuánto queda en tus oídos de mí?
¿Y de mis lecturas nocturnas?
Cuán probable es al leerme, que estas últimas palabras ya no suenen a mi gruesa voz
con la que alguna vez supiste ofuscarte y erizarte,
ilusionarte y relajarte,
desde tus achinadas pupilas hasta tus escuadros pies.

Vimos humo.
Nos miramos y concluimos: “Claro, viene del fuego”


-Brian Verdier-