I CONCURSO DE CUENTOS PUMUO
Título: “SAN VALENTIN”
Autor: (Seudónimo)
Febrero 2.003
SAN VALENTIN
No es que me sienta atrapada de tu imagen, a tus recuerdos, a tu cuerpo, a nuestro pasado. No, no es eso. No tengo traumas, ni pesadillas ni arrepentimientos, ni tengo nada que reprocharme. Fuimos, fue y eso es todo. Te amé, tanto que todavía sigues ahí y, a pesar de nuestros planes, circunstancias... ¡sólo aquellas circunstancias cambiaron el rumbo de nuestros sueños!
Y con ellas, surgieron otros espacios, otras personas y otras obligaciones. Todo muy conveniente para mí y lo adecuado para la familia. Los encuentros posteriores, reconócelo, ya no eran más que una tremenda tormenta sexual de intentar recuperar lo que se nos escapaba. Tenía la belleza del placer del momento, pero siempre quedaba el resentimiento de que los dos estábamos destruyendo nuestro futuro como personas.
Estábamos atrapados por otros mundos y, finalmente, había que aceptar lo inevitable: nuestro final como seres que se necesitan, que se aman, pero que, para salvar su honorabilidad social, tienen que renunciar a la vida. ¡Vaya mierda!
Todavía recuerdo y siento tu expresión de niño grande, jugueteando con mi pelo que apartabas de mis senos, resoplando y que nos volvía locos a los dos de risas y de placer y, me veo a mí, fijándome en tu nariz, tus labios, tus ojos negros y esa mirada norteña de anchas cejas, altiva y cargada de nobleza; hermoso como un dios y dulce como sólo tu supiste cautivar mis sensaciones de mujer.
No busco sustituirte, sólo recrearme de tan buenos y felices momentos.
Ya ves, hoy es San Valentín y, no me siento bien... Tampoco recibí nada. Hubo años en que hasta me molestaba, aunque simulaba sentirme halagada. No, ese día tampoco me acordaba de ti de una forma especial, ya lo había superado.
A los niños les hacía más ilusión que a mi marido que, aunque no era ni tierno, ni detallista ni tampoco necesitaba nada de mí, más que desahogarse de vez en cuando; cada año, en mi santo, mi cumpleaños y el día de San Valentín, realizaba suficientes méritos como para vivir de “rentas” el resto del año.
A su manera, no me dio mala vida, a lo mejor no supo hacerlo mejor, era fanfarrón y yo consentía; tampoco me hizo feliz y yo, siempre traté de disimularlo, supongo que como la mayoría de las mujeres de aquella época; era así para todo el mundo.
A su manera y supongo que, a la mía, sólo conseguimos soportar malamente nuestra pose social, pero a costa de entregar nuestras vidas a la costumbre, al qué dirán y a los hijos. Yo puse casi todo, pero él también me sirvió de estímulo, hay que reconocerlo. Si, fue trabajador, honrado, nada derrochador, pero cabezón, bruto y muy desconsiderado conmigo.
Me tenía para que le tuviera mimado como a un bebé y también como un bebé, era egoísta y caprichoso. No quiero tener malos recuerdos de él, pues yo tampoco supe... Además, nadie me obligó a estar con él. Incluso ahora que, aunque sigue ahí, es como si no existiera y mira que le hacía ilusión la prejubilación; se le llenaba la boca de agua haciendo planes, sus planes, y a mí sólo en cuenta para cuidar de los hijos, la casa, sus ropas y la comida, pero en casa que, en 35 años, únicamente, me sacó 3 o 4 veces a comer fuera.
A veces pienso que Dios le mandó un castigo, pero bien pensado, quizá sólo son figuraciones mías. No tuvo mala suerte con lo del dinero, que gracias a eso vivimos bien todos, pero vivir así para pasear y jugar a las cartas todo el día y siempre con los mismos, donde no entran otras conversaciones que el dichoso fútbol y los políticos, sin una tarde para nosotros.
Y de noche, cuando trabajaba aún me buscaba una o dos veces al mes, pero ahora... Me estoy distrayendo y siempre me sale sólo para acordarme de que perdí mi vida junto a él, como una boba... A ver si empiezo a preocuparme y me da un infarto, que con menos preocupaciones ha muerto mucha gente y ahora tengo que pensar en lo que me queda a mí... que a la vista está que estoy sola y la verdad, que no sé por dónde empezar.
Parece fácil si quedas viuda o te separas, pero esa no es mi situación, porque aquí el muerto soy yo.
Pensaba antes y me decía: mira qué suerte tiene fulanita, que acaba de quedar viuda y con la vida arreglada; si, pero cuando te quedas “viuda” y sigues teniendo que cargar con el cuerpo y los malos olores y además soportando los humos e indiscreciones de un animal como el que me tocó a mí, eso sí que manda huevos, como dicen ahora los ministros; como una tonta y además guardando las apariencias, como siempre.
Menos mal que los hijos lo entienden y pasan también de él. Lo que más rabia me da es que ya no se habla en casa, más que de simplezas y vulgaridades y aunque trates de cortarlo ya es imposible y no deja de ser un reflejo de lo que sale por todas las cadenas de la televisión. Cuando la instalamos en la cocina, siempre pensé que además de distraernos, nos ayudaría a estar más informados y también serviría para establecer más diálogo entre nosotros y los niños y mira por dónde, ha llegado a absorber absolutamente la intimidad de la familia y de la casa. Hasta el perro no saca los ojos de ahí en todo el día, aunque bien pensado, ¿qué haría si no? Está también enfermo de aburrimiento y de no hacer nada...
Crees que tienes hijos y están ahí, pero a lo suyo y como mucho para sacarte a pasear, ¡como al perro! y para comprar cosas y que pagues tú. No chica, yo necesito otra cosa, necesito más cosas pues de seguir así, ¿qué? A esperar que pase... ¿...? que el marido se largue o se muera, que los hijos se casen y tú... ¿a cuidar nietos? ¡Ni hablar! Al marido como no lo echemos, nunca se irá; además... ¿a dónde? Y lo hijos, ídem de lienzo...
Yo necesito salir de eso, sin que se note, pero necesito salir y sin dejar de quererlos como son, que son mi vida. No, no lo puedo plantear como un problema de cariño, que eso es otra cosa muy distinta. Tengo que volver al principio, echar tierra al pasado, disfrutando de los frutos, pero como renovando la “simiente”.
Exactamente eso, aunque lo de la simiente, lo utilizaba mi padre para lo de la tierra y aquello suponía sembrar y plantar nuevas plantas. Quizá yo tenga que hacer lo mismo, seguro que sí.
Para eso y antes de plantar nada, quitaban lo viejo de la cosecha anterior, si quedaba algo, abonaban y preparaban la tierra y luego, no valía cualquier día para plantar; no sé muy bien que esperaban, pero no valía cualquier día, tenía que ser el momento adecuado. Y ahora que caigo, eso mismo nos pasaba a nosotras; me pasó contigo y también me volvió a pasar cuando me casé, sólo que lo último pareciendo un buen momento, no me siento orgullosa de los frutos y eso, por favor, sólo referido a mi particular historia y como mujer, no como madre.
No viene a cuento, pero lo tuyo era diferente, sobre todo porque era espontáneo, delicado y pasional; todavía me acompaña el recuerdo de tu capacidad para envolverme con tus caricias y tu mirada. Eso es lo que hoy noto, que de verdad me falta y.… me falta después de tantas cosechas sin recoger nada interesante.
Es curioso que me pase esto ahora y me pregunto por qué nunca desde que decidimos dejarlo, me invadiera este azogue que hoy domina y doblega mis pensamientos. En apariencia y según piensa todo el mundo, estoy mejor que nunca, lo tengo todo: un buen marido, unos hijos maravillosos, una economía estable y saneada, salud y mucha vida por delante. Pero no tengo nada, creo que sólo me tengo a mí y, encima, estoy que no me aguanto.
No puedo dejarme dominar por un recuerdo. Eso seguro que es una señal. Tengo que encontrar la salida que necesito para retomar mi vida y aquí apareces tú, pero como referencia y camino inequívoco y es lo que no consigo entender. Hace muchos años que ya no te veo, no sé nada de ti y tampoco tengo interés en saber... donde te encuentras.
Desde nuestra ruptura, nunca escribí sobre ti. Hace años que ya no me queda ningún objeto que nos perteneciera. Los fui destruyendo a medida que mis hijos y también él, hacían preguntas y yo evitando crear sospechas, respondía desconocer o no dar mayor importancia que a cualquier cachivache casual de feria y que no se guarda y se desprecia a la menor ocasión.
Me interesa lo de dentro y eso no se ve, ni se puede palpar, sólo se encuentra en la memoria y también en los sueños. Sí puedo escribir, que fui muy afortunada conociéndote y disfrutando de ti y reconocer que me ayudaste a valorarme como persona y para tener en cuenta que puedo disfrutar compartiendo y dependiendo de alguien como tú y que esa dependencia o necesidad de complementarse es, en realidad, el amor, el soñar; ilusionarse, vivir. Eso solo lo sentí de verdad contigo.
Fuiste mi primer complemento para sentirme un ser humano pleno. Contigo empecé a conocerme y a formarme, aunque también, no creas, me tuve que adaptar a la familia de mi marido, a mi suegra, esos bichos que todavía hoy lo son, sus hermanas y, en fin, a las circunstancias... Si tú supieras...
También aprendí que el amor existe y es imprescindible para vivir.
Tuve tanto y quizá tan temprano y sin saberlo que malgasté, seguramente, la parte más interesante de mi vida, aunque también cargó mis pilas y todo a cambio de quererte, que era lo que más me gustaba; lo peor es que no supe valorarlo hasta que lo perdí.
A pesar de ello, sirvió de mucho; tu abriste el mapa que guio mis pasos hasta hoy y que estoy segura seguirá siendo el faro que también me ilumine en el futuro. Es cierto que me acuerdo de ti muchas veces, pero ya no te echo de menos. Y ahora, agarrándome a tu recuerdo, quiero volver a sentir, ser feliz, volver a compartir.
Empezamos temprano, floreció el amor y después... ¿qué te voy a contar? Al recordarlo, el pensamiento también me sitúa en primavera, llena de luz, aromas y color... y en un ambiente ensoñadoramente cálido, tierno y dulce, como eran nuestras caricias.
Como las estaciones del año, que ninguna se deja doblegar por la siguiente, tengo que emplear todos los recursos que la vida me regala y adaptarme al tiempo que me toca vivir. Las estaciones... ¿No son todas importantes? Ahora, que ya me estoy acercando o estoy metida en el otoño... Pues así. Tengo que despojarme de lo que ya no me sirve, como hacen los árboles con las hojas...
No te voy a dar las gracias, que no te llegarían; sólo enviarte un recuerdo lleno de nostalgia, ternura, pasión y goce. Contigo nacieron todas estas cosas, hoy las echo mucho de menos. Te quiero.
Con fecha 29/05/03, el Jurado del I Concurso de Cuentos Pumuo, formado por:
Dña. Carmen Ruiz-Tielve, Cronista Oficial de Oviedo
Dña. Carolina Fernández, Profesora del Depto. de Filología, Universidad de Oviedo y
Don Javier Lasheras, presidente de la Asociación de Escritores de Asturias.
Actuando como secretaria, sin voz ni voto, Dña. María Teresa Busto Busto
Que después de múltiples deliberaciones deciden por unanimidad conceder los siguientes premios:
1º El Gato de ojos fríos, de D. Julio Menéndez Fernández
2º San Valentín, de Vida Rosa (Seudónimo)
3ºLa hija del rio, de D. Julio Menéndez Fernández
El autor real, es el alumno César Alvarez, del 1º Curso de la 2ª Promoción 2.002/2004.
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