Esta ciudad tiene un sombrero, es un sombrero viejo ajado que parece no tener dueño, o mejor dicho parece más un sombrero sociedad anónima con millones de inversores, con un directorio de muertos, de viejos y de jóvenes tratando de encontrar una silla junto a la larga mesa. A su vez cada uno de los transeúntes de las calles de esta ciudad lleva un sombrero, un sombrero como regalo de bautismo de alguien que se fue antes de recibir las gracias. Así van los transeúntes portando un sombrero marrón de cuero pasado de moda con algunas manchas de más y algunas de menos, algunos agujeros y ahujeros también. Es lindo sacarse el sombrero, en el fondo todos se quieren sacar el sombrero, entonces dicen gracias, devuelven el mate y abren la puerta del fondo y respiran en paz, y en esa paz o en ese fondo tan fondo (tan sincero después de todo) las mujeres sacan una birome y en el papel de algún libro escriben que ya no desean ser licenciadas en detergente, trapos de piso y esponjas de mediodía, algunas inclusive, hasta se atreven a dejar de tejer sombreros. Ellas dicen que tienen mejores orgasmos y como para no entenderlas, cómo tener un orgasmo haciendo el amor en un plato con manchas de aceite y olor a milanesa. Claro, cómo no entenderlas. Ese fondo, el fondo ese donde no hay sol y uno se saca el sombrero no es un jardín, es más uno debe atravesar una serie de puertas y espejos que mas que serie es una alcantarilla de escobazos y turbulencias que acaban por despojar a los transeúntes de capas y capas como capas de cebollas hasta el magma. Ahí en ese magma se ven algunos hombres sentarse en el tercer asiento del colectivo y escribir una notificada al sombrero sociedad anónima dónde dicen que por favor les permitan llorar aunque sea de vez en cuando, que ya no ansían calentar el asiento de un porsche ni salir en la publicidad del celular junto a la modelo con pechos inflados con boliitos de tapas revista, en pocas palabras les piden que legalicen el fondo, que uno pueda ir al fondo sin pagar multas sociales o culpas de sociedad anónima y que por fin puedan entrar en ese ombligo tan razón de vida y beber emocionados tan apasionados como se sintieron alguna vez bebiendo leche en el rincón de un pezón.
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