Debajo del Paraíso,
chinas, gauchos van llegando.
Algunos están faltando,
ya no andan por el piso.
Porque el Tata Dios lo quiso
nos dejaron los recuerdos.
Y nosotros no muy cuerdos
nos hacemos el cuentito.
A veces algún versito,
con un ritmo algo lerdo.
Pase y vea nuestro rancho,
lo pintaron con azul.
Tinta o savia de abedul,
mezclada con jugo ‘e chancho.
Uuuuy, debe tener de ancho,
suficiente pa’ unos cuantos.
Y a veces genera espanto,
la falta de inspiración.
Pero si uno es cabezón,
no se enojen, no es pa’ tanto.
Aquí hay gauchos correctores,
bien dispuestos a ayudarnos.
Otros para criticarnos,
lo hacen de mil amores.
Tenemos comentadores,
que nos cubren con dulzura.
Y un juez que nos da pavura,
cuando imparte su sentencia.
Y es güeno tener paciencia,
que no cunda la locura.
Si alguna tarde temprano,
lo invade el aburrimiento,
allá al fondo, a tranco lento,
hay tertulia a cuatro manos.
Junto al cerco del marrano,
Don Guy, el Café, y el Erre,
sin temor a que alguien yerre,
le explican cómo es la cosa.
La enseñanza, es aceitosa,
pero es bueno que se aferre.
A diario gauchos y chinas,
nos deleitan con historias,
y sembrando zanahorias,
nos escuchan las vecinas.
Sí a veces reina la inquina,
es por falta ‘e comprensión.
Pero con un apretón,
se sella el entendimiento.
Mas confieso y no le miento,
ha habido algún agarrón.
Pero siempre en esta estancia,
prima la literatura.
Gran asado con verduras,
y un haiku de gran prestancia.
Aunque abunde la vagancia,
pa' versear ponemos ganas.
Con cultura y sin macanas,
lo sabremos sorprender.
Y aunque hay mucho que aprender,
venga aquí desde mañana.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 3/Septiembre/2021. |