Texto ampliado: El diario de tu barrio
Juan Carlos Ristiuño, el canillita del barrio, estaba repartiendo diarios en la esquina de Curapaligue y Directorio. En el barrio de Flores.
- Diario, Diario!!!!!!!! Gritaba sin cesar, mientras los autos pasaban y pasaban, sin prestarle mucha atención.
Algún que otro perro, al reconocer su voz, le respondía el llamado por un instante.
Juan tenía como hábito levantarse bien temprano, antes que los gallos cantaran. Pasaba por el Bar “tu historia” que quedaba a unas pocas cuadras de su casa. Daniel, el dueño del bar, lo recibía con una chocolatada, bien cargada y unas medialunas de manteca, que se hundían en ese mar espeso de chocolate. Siempre se ubicaba en la misma mesa, junto a la ventana, abajo del cuadro de Aníbal Troilo. Leía algunos de los portales de los diarios y luego salía.
- Aníbal lo cuida!!! – decían los clientes habituales del Bar
Juan, antes de irse, le dejaba un ejemplar de cada uno de los diarios para que sus clientes puedan disfrutar. El diario más pedido “Yo, tu, él” diario de su propia autoría y recolectaba las historias de cada uno de las personas que quiera transmitirla. El único requisito, dejar una historia en el cofre que quedaba en el Bar, al lado de la puerta, que era recolectado diariamente por Juan.
El diario constaba de historias policiales, de deporte, de espectáculo y otros géneros. Incluso había una sección donde se declaraban amores, traiciones o se pedía la devolución de algún dinero o una pala prestada. Los vecinos, eran los encargados de hacer de periodistas y llevar la historia. Con el tiempo y producto de haber salido en la tele, venia gente de otros barrios e incluso de otros países para que su historia quede plasmada en su diario. Todos se sentían importantes, se sentían protagonistas.
Con el tiempo y producto de los egos o envidias, Carlitos, el dueño del Bar el camaleón, dijo que todos los que contaban su historia en el diario estaban malditos. Una maldición caía sobre ellos. Los vecinos, al leer ese artículo dejaron de contar su historia. Y el diario, junto a su dueño, murió.