La carrera de la Señora D como detective, se originó de un modo muy curioso. Esa mañana leyó en uno de los principales diarios de la capital, que la Duquesa Zapalla de Escalopini Bolognesa, ofrecía la sustanciosa suma de E 50.000 de recompensa. a quien pudiese devolverle sano y salvo a “Gigante”, su blanco Caniche Toy, recientemente desaparecido.
Quiso la buena estrella de la inefable señora, que se detuviese a ver unas vidrieras en una casa de alta costura. Mirarlas y descubrir el paradero de “Gigante” fue todo uno. El diminuto y juguetón Caniche Toy, estaba haciendo la carrera de su vida como modelo, oficiando de “partenaire” junto a las más cotizadas Top Model del país. En ese momento se encontraba justamente, asomando su tibio hociquito en una canasta para picnic que portaba en su brazo de plástico, un maniquí en la vidriera armada como para un día de campo.
Fue sólo cosa de entrar subrepticiamente en el negocio, agarrar al Caniche tapándole la boca, gritarle cuatro frescas a los encargados que la vieron, marchándose indignada de ese tugurio tan finoli y devolver “Gigante” a su dueña, para hacerse de un nombre internacional. La Duquesa era ampliamente conocida en el Jet Set, de manera que nuestra protagonista subió casi al estrellato de la noche a la mañana, los diarios y tabloides, la elogiaban, también las revistas de moda, estaba en boca de todos. El asunto le otorgó el puntapié inicial como detective y estratega. Poco importaba a estas alturas saber, que el perrito que se llevó del negocio era otro, para el caso daba igual.
A este memorable episodio, le siguieron otros de no menor valía. Recuerdo cuando en la primera oportunidad, tuvo que quedarse toda la noche en el auto, vigilando a un esposo infiel. Vio salir recién a las siete de la mañana al muy descarado, incidente que grabó con su cámara Sonyando A77,cambiando luego a la Nikonnociste D7000 porque le gustaba más.Cuando mostró esas pruebas a la esposa desconsolada, ¿adivinen qué?, si dicen que se equivocó, ¡acertaron! se enteró que la casa que debía vigilar estaba a una cuadra, había errado por tan poquito...! Estuvo vigilando toda la noche y grabando la casa de un matrimonio verdadero, ufffaaa.
A partir de ahí, sus tácticas fueron mejorando, oh sí, ya nadie le iba a tomar el pelo. Aprendió a ser veloz como una flecha, astuta y sagaz como Obelíx el amigo de Astérix, y valiente como Bruce Willis Todo esto lo consiguió ya que se dio cuenta, que debía asociarse con un detective experto. Le recomendaron a alguien muy conocido, terror del hampa.
Entró al estudio casi en puntas de pié, es que esa oficina imponía respeto, sí señor. De entrada había una sala de recepción, que daba a dos puertas cerradas de roble. La oficina principal al parecer tenía pisos de madera noble, aire acondicionado, un escritorio enorme, y diez celulares arriba del mismo, además de dos teléfonos fijos. Ceniceros varios, bandeja con vasos, hielera, y dos botellas del mejor whisky. En la pared encontró colgada una escopeta y un chaleco anti balas con varias balas al lado. En la otra pared frente al sillón de cuero aparentemente muy cómodo, la miraban dos cabezas de venado. También vio tres computadoras, fax, impresoras, etc. Tuvo tiempo de observar todo, porque la hizo entrar una de las secretarias al estudio que se encontraba vacío.
De pronto hizo su entrada el “jefe”, mediana edad, canoso y flaco, de nariz grande y algo encorvado, luciendo dos grandes cicatrices en una mejilla, vestido con un jean gastado, camisa y chaleco de cazador gris de denim, con varios bolsillos. Completaba el atuendo con una gorrita. La miró con ese tipo de ojos oscuros y entrecerrados, que han visto demasiadas cosas en la vida. Cuando lo conoció mejor, supo que jamás se sacaba el cigarrillo de la boca, apenas apagaba uno, ya estaba encendido el siguiente. La relación prosperó porque la benemérita mujer, se los conquista a todos, aún, a aquellos bichos duros como su jefe. Con el tiempo se fue enterando que le era infiel a su mujer, que la otra puerta cerrada en la entrada, correspondía al apartamento de su señora madre (un tierno), y que tenía una excelente relación con la policía y el Servicio de Inteligencia del gobierno, (indispensable). Era comunicativo pero serio, y sumamente responsable. A él, le cayó bien la señora, porque se dio cuenta al verle esos ojazos claros y límpidos, que con esa facha, nadie podría sospechar jamás que era detective, lo cual redundaría a su favor, dado que así la gente se relaja y pisa más fácilmente el palito.
Los primeros trabajos de la valerosa señora fueron relativamente sencillos, por causas ajenas a su voluntad ciertamente. Por ejemplo, un día su jefe le dijo que le iba a enviar la foto por email del “objetivo” a seguir, pero la esposa del mencionado, no supo cómo escanearlo y ahí quedó. Otra vez, el “objetivo” era un venezolano que ese día aseguró su mujer, estaba segura que la iba a engañar. El hombre tenía un auto y al salir de su casa, había que seguirlo hasta donde fuera. El auto salió y se quedó a las dos cuadras, con enorme disgusto del susodicho, que estuvo todo el día llamando a diferentes talleres, hasta que al fin lo remolcaron. Y nuestra protagonista, se quedó todo el día viendo y grabando con su nueva cámara con viewfinderm el arreglo del auto. Fueron ocho horas, lo habitual, que el jefe le pagó medio rezongando, ya que no era necesario grabar esa tontería, pero bué...
La nueva cliente era una bailarina venida a menos, que quería se filme a su marido durante un día entero, para mostrarle después el video y hacerle ver, que debía cuidarse mucho de engañarla. Una buena táctica pensó la Sra. D, quien ya se estaba haciendo toda una experta, casi, casi, emulando a la legendaria Mata Hari. Ahora se reportaba al jefe a través del celular, tenían varios y los cambiaban de lugar y número, filmaba por ejemplo enfrente de una casa o edificio, vestida de manera muy sencilla, y tenía la cámara en una bolsa de supermercado con un agujero por el cual se filmaba. En otro momento, aprovechó la presencia de unos vagos, charlando con ellos para justificar tantas horas parada en un mismo lugar. ¿Que no me creen? para que se enteren, esta mujer es un reservorio de sorpresas, a todos los que imaginaron que haría un desastre, les comento que estaba imbuida en su personaje a punto tal, que casi siempre le salían bien las cosas (o tenía suerte, bueno, nunca supe qué pensar).
El jefe le iba pasando por email las fotos de los objetivos y si quedaba alguna duda, una breve llamada por celular con nombres y palabras en clave, la disipaba. Porque así como el jefe “pinchaba” teléfonos por doquier, a él también se lo pinchaban.
Una mañana se dirigió de acuerdo a las indicaciones, a un barrio muy elegante. Se sospechaba del Director de un Colegio de la zona, muy renombrado. La Sra. D sonreía al ir manejando, estaba contenta porque ese día no había atropellado aún a nadie, pero era temprano. También le causaba gracia la foto del objetivo, un hombre demasiado feo, con anteojos gruesos y cabello negro engominado o lleno de gel, spray, lo que fuera, con la cara blanca como la de un alfajor y un humor de mil rayos, ¿a quién se le ocurriría tener un romance con el hombre? pero se sabe que sobre gustos... En eso salió caminando el Director del Colegio, se creía que tenía un affaire con una alumna. Nuestra querida espía lo siguió, aunque el señor caminaba rápido, ella iba detrás a buen paso. No se sabe si porque se dio cuenta o qué, el caso es que de pronto, se metió en medio de un gentío, y lo perdió. Por más que trató de localizarlo, no lo consiguió. Por suerte, igual le pagaron.
La mujer ya se estaba desalentando del trabajo, no porque le parecía difícil, sino porque en la mayoría de los casos en los que le tocó trabajar, la gente se divorciaba y eso le daba pena pero también un poquitín de culpa. A ella le gustaba investigar, descubrir a quien no era honesto, le corría un ramalazo de excitación por su cuerpo que la hacía sentir más viva. Ese olor a misterio, el develar y ayudar a otros para que triunfe la justicia, le hacía sentir bien. Sin embargo, ¿podía ella asegurar que todos los infieles eran culpables? se le ocurrió que era imposible saber lo que sucedía en la vida de cada uno y mucho menos juzgarlo, como verán, estaba nuestra querida señora, madurando realmente.
Por ese entonces, cuando ya habían pasado varios meses, el jefe la llamó a su despacho para encomendarle una tarea mucho más peligrosa, se trataba de un pez gordo. Le tocó trabajar con un compañero que iba muy bien trajeado por la calidad del trabajo encomendado, mientras filmaba a través de un agujerito practicado en su maletín de cuero. Tenían los dos que vigilar cada movimiento del Presidente de una gran Compañía. Esta vez no era un caso de infidelidad, sino de drogas, prostitución y mafia. Estaban estacionados bastante cansados y aburridos a las cuatro de la tarde, apoltronados en un auto Nissaman frente a la Compañía, y ya era el tercer día de vigilancia. En ese momento se bajó la señora en busca de un baño, cuando desde una camioneta cuatro por cuatro, intentaron encerrarla. Ella pegó flor de grito y corrió, logrando entrar nuevamente al coche. Ya estaba el compañero con el motor en marcha, por lo que pudieron partir velozmente. La cuatro por cuatro los persiguió a través de todo el barrio de la Boca, hasta que todos, la camioneta y el Nissaman, fueron a parar al Riachuelo.
Emergió cual moderna sirena, chorreando agua y mojarritas. Una le colgaba precisamente de la boca. Había logrado escapar de la trampa del coche y pudo pararse encima del techo, mientras lentamente se iba hundiendo... A su compañero lo perdió de vista, nunca más lo volvió a ver. Fue en tal momento cuando se juró a si misma luchar para unir a las personas, no para separarlas y tuvo la maravillosa idea de abrir una Agencia Matrimonial con lo obtenido como detective. Y así, desparramando la noticia por todo el país con bombos y platillos, la inauguró. El hacer de celestina la redimiría por completo de su anterior trabajo. Con todo el entusiasmo, había alquilado un hermoso local que inauguró justo el Día de San Valentín como no podía ser menos. Lo llenó de rosas y bombones, quedando tras el escritorio toda coqueta, vestida de rosa, porque pensándolo bien (y entre nosotros), la Señora D aún soñaba con un candidato.
Próximamente la Segunda Parte. |