El valor del trabajo, no está en la transacción monetaria que compra tu tiempo o te seduce a entregar la vida, obligándote a prostituirte a un sistema productivista que te desecha como ramera vieja cuando pierdes la fortaleza de la juventud. El valor del trabajo, no es la riqueza que es posible de acumular, ni la riqueza que inevitablemente, hace más rico al más rico. El valor del trabajo, no radica en la vital importancia como medio para satisfacer las necesidades básicas; como la alimentación y el refugio. Tampoco para satisfacer otro tipo de necesidades estrechamente vinculadas a placeres implantados; como son los viajes, los eventos, el éxito o el lujo.
El trabajo bien realizado es una declaración abierta de reconciliación con el sistema, es sentirse parte de una comunidad que coordina sus esfuerzos, es una alianza con lo establecido por el hombre, a pesar de que sea una copia mal hecha de lo creado. El verdadero valor que te brinda el trabajo, cuando las necesidades básicas están cubiertas, es lo que se siente cuando «creas algo», en ello se hace evidente la semejanza con nuestra creación, cuando todo se da como esperabas de manera consistente con la dedicación, el amor y el esfuerzo empeñado. Esa alegría interna, esa sensación de satisfacción que se alcanza cuando se cumple el objetivo, y que te invita a tomarte un pequeño descanso para admirar lo realizado, eso es lo que nutre verdaderamente el alma humana. |