Eran las siete cuando desperté. Había un cuerpo a mi derecha. Un cuerpo roncante. Me sobresalté. Alguien durmiendo a mi lado. Cómo- me planteé. De qué manera. Al menos no era de un muerto: me reconfortaron aquellos ronquidos.
Luego quise saber si se trataba de un hombre o de una mujer con el cabello corto metida en un pijama de varón. Era una mujer con el cabello corto- respiré aliviado. Más tarde quise saber si era guapa. Me levanté despacio por el lado de mi cama y lo comprobé. Era guapa; o, por lo menos, agraciada.
Seguí ufano por el resto de la casa a preparar un Cola- Cao, cuando me asaltó el pensamiento de que no obstante ser mujer y guapa, qué hacía allí. Pero me pareció de mala educación despertarla pues mismamente semejaba un querubín, cuando reparé en que aquella casa no era la mía. Qué hacía yo allí. O, mejor, era yo el que estaba allí- me interrogué. Busqué el baño y me alivió sobremanera ver mi rostro reflejado en el espejo. Menos mal- pensé. Por lo menos soy yo. Me vestí y me fui- asustado. Era día de año nuevo- recordé vagamente. Tampoco sabía en qué zona de la ciudad me encontraba, hasta que di con algo conocido. Menos mal- por lo menos estaba en mi ciudad. Ya desde allí me fui a casa, con la sensación de haber vivido una gran aventura. Hasta el martes siguiente no tenía que volver al trabajo, por lo que me daba tiempo a sobreponerme- pensaba-, cuando sonó el celular.
- Por lo menos te podías haber despedido- dijo sin ningún tipo de frase preliminar.
- Quién es usted, señora- pregunté.
- Cómo que quien soy- exclamó. Tu mujer- prosiguió.
- Yo no tengo mujer. Se debe haber equivocado- continué.
- No desde ayer- concluyó.