Cuento
En el poema "Desde mi silla giratoria" publicado hace un par de días, nuestra amiga y colega Sheisan en su comentario me hizo una pregunta que me dejó pensando en porqué nuestra amiga quiere saber de mi vieja, de mi viejita linda...
¡Pobre vieja!
La verdad es que no sé qué hacer con esta vieja, viejo mañoso yo, vieja quejumbrosa ella.
¡Buen par de viejos hacemos!
Y pensar que fuimos felices. Me daba gusto cuando yo estaba entre sus brazos mientras ella suavemente me acogía y susurrando subía, giraba, bajaba
girábamos los dos, gozando del tiempo y la vida.
Pero el tiempo pasa y deja huellas y ya me tiene cansado, son muchos años los que me acompaña y ya no la soporto, incluso me enferma, por momentos el solo mirarla me da lástima y pena.
¡Pobre vieja!
Ya no tiene la suavidad y la tersura de cuando unimos nuestras vidas, su piel está arrugada y muestra signos de tiempo quebrajado, con pequeñas reminiscencias de años idos. Yo también era más joven, macho impetuoso y reconozco que abusé de ella, a cualquier momento del día o de la noche, incluso muchas veces nos daban las tres de la madrugada, yo subiendo y bajando y ella girando y girando ¡Era una delicia! ¡Qué bella pareja fuimos!
Hoy desgraciadamente está toda suelta, los brazos se le caen, los pies tropiezan en la alfombra, hace ruidos extraños que incluso cuando estoy con ella por la noche la oyen los vecinos de departamento de al lado y los del piso de abajo, que de repente golpean las paredes como diciendo que estamos molestando o tal vez
quieren decir que los estamos erotizando e incitando
y resulta que ellos, los de arriba, los de abajo y los de al lado están tan viejos o más que nosotros.
Esta vieja mía ya no tiene la suavidad ni la tersura de antes y desgraciadamente yo tampoco, pero aún no me quejo tanto como ella.
Después de mucho pensarlo y considerando el dolor que me produce en el cuerpo y en el alma he decidido cambiarla.
¡Pobre vieja! ¿Y si la cambio, qué haré con ella?
De todas maneras, en este caso impelido por mi machismo, estoy pensando dejarla en casa y que ocupe un rincón pues creo que ese derecho se ha ganado, total no me va a quitar tanto espacio y debo reconocer, que con tantos años me acostumbré a ella y sus ruidos, su dureza, sus quejidos cada vez más lastimeros y además debo reconocer que en cualquier momento me puede sacar de un apuro, pues conoce muy bien mis debilidades y mis puntos flacos. Pero igual llegó la hora de reemplazarla.
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En cuanto la vi me enamoré. Sentí un inmenso deseo de deslizarme por la vida entre sus brazos, era la compañera ideal para reemplazar a la vieja; de piel oscura y tersa, alta, curvilínea y elegante, brazos acogedores, de un andar suave y desafiante; además altiva, bella y sensual.
Definitivamente me prendé de ella y en cuanto le hablé y acaricié me aceptó sin remilgos, y no opuso resistencia a que la llevara a mi pequeño departamento de un segundo piso
..
La viejita, otrora hermosa allí está, me mira con rabia y pena, pero que le voy a hacer, yo necesito junto a mí una compañera con bríos jóvenes para que me inspire poemas con intenciones nuevas y a la vez me haga sentir lo que antes me producía en sus años mozos.
¡Ayyy, mi pobre vieja! Allí la veo abatida y resignada, y pienso en lo ingrato de la vida, también pienso que en algún momento la joven bella puede tener algún problema con su suave caminar o con su piel tan lozana y estoy seguro que la vieja con piel ajada y chirridos gustosa me va sacar del apuro supliendo la falta de la nueva.
!Pobre mi vieja siila giratoria de escritorio! Ella me ayudó a escribir casi todos mis cuentos, aunque vieja y destartalada, igual la quiero.y sé que como reliquia la voy a cuidar y conservar.
Incluido en libro: Cuentos de Vientonorte
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