He sido un náufrago.
Las tempestades de mi espíritu
fueron palabras que no rimaban
con el dulce correr de las olas.
El naufragio era solitario:
el amor vagaba como tablas de madera
de una fragata caída en la guerra:
la mentira fue su combate, su alma y su ocaso.
Desesperado, con los nombres alterados,
huí a la calma y al oído
al sonido de la marea y el cantar de las gaviotas:
en la orilla encontré el silencio y la luz de mi tristeza.
Ahora sé que el naufragio es humano
y que todos los marineros que amamos
las olas, las gaviotas y las flores
podemos, al arribar al muelle, ser luminosos como el faro.
Texto agregado el 13-10-2021, y leído por 220
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Lectores Opinan
15-10-2021
Un texto reflexivo que cala profundo pues todos de uno u otro modo nos hemos visto en esa circunstancia frente al amor y la soledad. Saludos, sheisan