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Dentro de mi espíritu,
logre ver al león, a la bestia, rugir.
Su exhalación es como el amanecer,
como el incendio de un paraíso
azul, marítimo y sutil.
El tiempo, falsa ilusión,
me regaló la calma y la barba
para no alumbrar con el sol las noches,
ni el día con la luna y las estrellas.
Sin embargo, Buda y Jesús también fueron humanos.
Bastó un soplo de Eros, una aparición de Beatriz
para que mi calma se desborde por los riscos de la locura:
¡Qué tormento vacío apuñala mi pecho!
Y para ello fue suficiente el sol de sus ojos,
la luna de su voz y las estrellas de su risa. |
Texto agregado el 11-10-2021, y leído por 193
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