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Suplicio parte 22

Encontrar la casa no fue fácil, pero reconoció el automóvil estacionado. Se paró justo enfrente de la puerta, las luces de la casa estaban prendidas, se escuchaba música. Tocó la puerta.
- ¿Quién es? – Nacho estaba solo, supuestamente.
-Yo – respondió.
- ¿Alan? – Dijo al abrir la puerta - ¿Qué haces aquí? – Preguntó – Perdón, pasa. Bienvenido.
-Gracias. Espero no molestar, Sheila me dijo que estabas aquí.
-Sí. Vine para ver a un supuesto comprador. Pero deja tus cosas ahí. Te voy a mostrar la casa.
El joven dejó sus cosas y acompañó a Nacho por toda la casa. Una casa llena de recuerdos buenos y malos. Cenaron pasta hasta hartarse.
-Creo que comimos demasiado – Alan estaba harto de comida.
-Podemos salir a caminar – Nacho no tenía claro qué hacía ahí Alan.
-Por mí está bien.
Salieron a caminar por el bosque, pero ninguno de los dos se animaba a decirlo. Platicaron de cualquier cosa menos de lo que sentían. Regresaron a la cabaña y se fueron cada quien a su cama. Nacho le daba vueltas a lo que sentía por Alan, pero no quería salir herido, se preguntaba de la presencia de Alan en la cabaña.
Por la mañana desayunaron juntos en la terraza de la cabaña, y fueron al pueblo a comprar cosas para uso personal y comida. Ahí se encontraron a Hernán un viejo amigo de la familia.
- ¿Nacho? Tenía años que no te veía – Hernán pronunció afuera de la tienda.
-Hernán, es un gusto verlo.
- ¿Qué haces por acá?
-Quiero vender la casa.
- ¿De verdad? Pero es una casa preciosa. No la pierdas, esas reliquias ya no las hay. Es una joya.
-Perdón no te presenté. Él es Alan.
-Es un gusto joven – Hernán le extendió la mano – Si necesitan algo, no duden en buscarme, conoces mi casa.
-Gracias.
Hicieron sus compras y regresaron a casa, aquella noche quedaría marcada para siempre. Después de cenar algo mucho más ligero, Nacho lanzó la pregunta mientras estaban sentados en el sillón.
-Alan…. ¿a qué viniste? No lo pregunto porque me moleste tu presencia, al contrario, pero tengo que preguntártelo.
-Pues… - Alan no sabía qué decir – Porque me gustas y no puedo sacarte de mi mente.
Nacho se sentó junto a él y lo miró a los ojos.
-Me encantan tus ojos – Nacho le dijo y se acercó a sus labios, delicadamente los rozó sintiendo el aliento de Alan. Se besaron con mayor fuerza hasta combinar perfectamente sus labios. Eran besos delicados y agresivo a la vez. Necesitaban juntar sus cuerpos.
Nacho se quitó toda la ropa quedando completamente desnudo frente a Alan que seguía vestido, besó en un arrebato a Nacho.
Hicieron el amor en el sillón. Respiraba profundo, Nacho miraba fijamente a Alan quien gemía despacio y con ganas. El placer fue dueño de la noche. Nacho se levantó del sillón para ir al sanitario, de regreso a la sala le propuso continuar con su noche de pasión.
- ¿Quieres la segunda ronda? – Nacho le dijo desde las escaleras. Alan, con esa sonrisa que lo caracteriza le respondió. Entraron a la recamara de Nacho en la que de nuevo hicieron el amor.
Nacho acariciaba ese cuerpo estaba siendo suyo. Alan estaba dispuesto a recibir todo el poder del amor de Nacho. De espaldas, Alan jalaba aire, sus ojos cerrados, mordiendo la almohada y deseando más. Nacho golpeaba el trasero de Alan con su pelvis una y otra vez.
-No pares – Alan dijo jalando aire – no pares.
-Te deseo – Nacho siempre en el sexo es romántico.
-Toda – Alan pronunció – Métela toda – Alan pedía.
-No te quiero lastimar.
-Hazlo.
Nacho introducía toda su polla en ese trasero ardiente de pasión. Nacho no estaba acostumbrado a ese rol, siempre fue él quien recibía toda esa intensidad.

Continuará…

Texto agregado el 02-10-2021, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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