ASISTENTE DOMÉSTICO
Hola amigos
La siguiente narración que les escribo, es algo que me tiene sorprendido.
Mi trabajo fue en la CDMX, con buen clima, pero un verdadero infierno con las muchedumbres y el espantoso tráfico que le quitan a uno las ganas de vivir. Por eso, en la “edad interesante”, jubilado, regresé a mi ciudad natal en la maravillosa provincia situada en el altiplano mexicano.
Ustedes bien saben (o deberían saberlo), que el jubilado estorba en la casa y para evitar habladas de mi mujer que de güevón no me baja, fui al parque cercano de mi casa a leer el periódico. Ahí, me saludo un caballero canoso, pero en buen estado físico que extendiéndome la mano se acercó a mí.
—¡Quibo güey! ¿Qué milagro, te acuerdas de mí?
—Te me haces conocido, pero la verdad no te ubico.
—Soy Rafa, el novio de Gaby, tus compañeros de prepa.
Claro, que me acorde. Él, de una manera amable me invitó a una copa para ponernos al día. Me dio cierta pena en el elegante bar en que entramos pues iba en “fachas”. Rafa, en cambio, iba elegantemente vestido, en la prepa era el “carita” del grupo. Gaby muy simpática, pero, no era ninguna belleza.
—Recordarás —me dijo— yo, no daba uno en los estudios, con Gaby entré a la escuela de leyes, pero en el primer año destripé. Estuve de vago un tiempo. En cambio, Gaby se recibió con mención honorífica, además, de quedar en “varas dulces”. Me asusté desde luego y le dije: “y ahora que hacemos, yo no tengo donde caerme muerto, menos, para mantenerte”.
—¿Y qué pasó?
Saboreó con deleite el whisky que tenía y me contestó:
—Mi esposa es genial, estoy muy orgulloso de ella. “No te preocupes, me dijo, yo me dedico a trabajar y tú te encargas de la nena que Dios nos va a regalar”.
—¿Sirvió ese arreglo?
—Claro que sí, ella entró en la política, fue secretaria general de gobierno con aquel gobernador, que su característica es que es muy pendejo, pero gracias a que Gaby es muy asertiva, el sexenio fue un éxito. Abandonó la política para dedicarse a la notaria que consiguió y ha sido todo un éxito.
—¿Y tú?
—Empecé mi verdadera vocación, sólo a ti te lo digo, de asistente doméstico.
—¿Cómo?
—Soy el que maneja la casa y el presupuesto familiar, tenemos chofer, una cocinera maravillosa y dos sirvientas, además de una nana (maestra jubilada), para atender a nuestros nietos. Mi hija, abogada también, trabaja en la notaria con su mamá, su marido es burócrata de medio pelo, tienen tres hijos. Mi hijo es ingeniero civil igual que su mujer manejan una empresa de construcción, son papás de tres preciosas nenas. Claro que como todos trabajan, nos va muy bien. A mí me sobra para mis “chuchulucos” y mi whisky.
Caray me dije, él está mejor que yo.
|