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FAVOR RECIBIDO

Yo soy ateo siempre, excepto cuando me va mal. Huérfano desde pequeño, mi abuelo, espantosamente rico por su cadena de comida mexicana en mi ciudad “Los Ángeles”, se hizo cargo de mí.
Resumiré mi vida; niñez feliz, mi origen es mexicano, pero nací en la conflictiva los Ángeles, saqué mi licenciatura en una universidad de prestigio de mi ciudad. Me casé con la chica más hermosa de la universidad. Todos se hacían cruces de cómo era posible, que yo, de escaso atractivo, se hubiera matrimoniado con el monumento de mujer que era mi esposa, Probablemente ayudó la fortuna que mi recién fallecido abuelo me heredó.
Mi bella conyugue, puso como condición matrimonio por bienes comunes, que le dejara su espacio, así que dormíamos no en camas separadas, sino en cuartos separados de la lujosa residencia que era de mi familia y ahora me pertenecía. En las muy escasas veces que me permitía entrar en su cama, al día siguiente tenía que comprarle algo carísimo, como el automóvil deportivo de exportación de marca italiana. Me quedé asombrado cuando el guapísimo vendedor de seguros, con el que descaradamente coqueteaba mi mujer, me pasó la cuenta del seguro del automóvil y los seguros de vida que nos enjaretó el sujeto y que mi mujercita con una bella sonrisa aceptó.
Al darme cuenta que mi vida sexual valía gorro, le pedí el divorcio. Ella (no diré su nombre), se río alegremente y me dijo: “de acuerdo, hablaré con mi abogado. La casa y la mitad de tu fortuna me pertenecen. ¡Chao!”
No la volví a ver. Cualquiera pensaría que iría a un bar a ponerme hasta las manitas, pero no, soy un hombre tranquilo, Leí un libro interesante y después tome un potente somnífero. Profundamente dormido, oí entre sueños el teléfono que insistentemente repiqueteaba. Era la policía,
En los periódicos fue noticia de primera plana que debido a la niebla en la autopista hubo un choque múltiple. El auto deportivo quedó por completo destruido (pérdida total) y dentro de él, mi esposa toda maltrecha “estiro los tenis”.
No hay mal que por bien no venga, como dice el viejo refrán. Me alegré al ver la cara del sujeto del seguro cuando tuvo que palmar la marmaja (substancial) del seguro del coche y de vida de mi media naranja, yo desde luego cancelé mi seguro de vida.
Mi existencia ha cambiado, dejé de ser ateo, ahora creo con fervor en Diosito, y le llevo periódicamente sus flores a la virgencita por el favor recibido.

Texto agregado el 28-09-2021, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


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