Por más argumentos que él le daba a ella, nunca consiguió que lo aceptará tal como era. Es indudable que tenía un alma muy hermosa que sacaba la cara por su físico, pero ella no era de esas mujeres que se contentaba con tener un esposo con alma muy hermosa, ella lo quería bello por dentro y bello por fuera, no quería presentarlo a sus amistades para no tener que pasar vergüenzas, de esa manera evitaba que se burlaran de ese esposo tan feo. Sus amigas estaban organizando un plan que no fallaría y que permitiría conocer a ese esposo que ella escondía con tanto celo. Un día la invitaron a una fiesta, a ella le fascinaban estos eventos y su presencia estaba asegurada. Ya en la fiesta, después de bailar un buen rato, le dieron una copa de vino, mientras ella no veía le echaron una pastilla que la durmió a los pocos minutos. Enseguida llamaron a su casa, contestó el esposo, le contaron lo sucedido y salió rápido en el coche a recoger a su mujer que no se encontraba bien. Apenas llegó, una de las amigas de su esposa suspiró de tal manera que hizo caer un pequeño jarrón que estaba en el filo de la mesa. Las rosas cayeron al piso. La mujer que suspiró recogió una del piso y se la regaló a ese caballero que la flechó de inmediato. El resto de amigas no salían de su asombro, el tipo era hermoso y no se explicaban por qué no lo había presentado antes. Lo primero que se imaginaron fue que tenía miedo que alguna mujer lo sedujera y aquel galán la abandonaría por irse con esa mujer que suspiraba cuando lo veía. La mujer no apartaba sus ojos de él, lo miraba con mucho amor y deseos, hasta se acercó y le dio un beso largo y apasionado, entre tanto las demás mujeres aplaudían. Después de ese beso, el caballero hermoso la beso él, mientras la besaba se despertó Anatolia, al verlos besarse dijo:
-No creas en todo lo que ves, tiene un ojo de vidrio.
La mujer de inmediato le respondió:
-A mi me parece hermoso y lo voy a dejar para mi, acaso tú no te has dado cuenta que tienes una pata de palo.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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