Después de matar a un hombre a punta de machetazos, fue a lavarse las manos y a deshacerse del machete. La ropa que llevaba puesta la tiró al río, le alcanzó el tiempo hasta para tomarse una cerveza y se la tomó despacio. No tenía ninguna prisa. No se fue en taxi a confesarse, se fue a pie como si nada malo hubiera hecho. El cura lo escuchó con paciencia y sin asombro. Ya estaba acostumbrado a escuchar ese tipo de confesiones. Luego le dejo como penitencia que rezara 2000 padre nuestros y 2000 ave Marias. El reo salió aburrido de la iglesia, pues para poder recibir el cuerpo de Cristo tenía que haber cumplido la penitencia y no se veía en él, la menor intención de cumplirla. Esa noche ni siquiera rezó una sóla oración. Al día siguiente fue a buscar al padre y lo encontró sentado en el confesionario. Esperó su turno, el padre al verlo de nuevo le preguntó:
-Ya cumpliste la penitencia o haz matado a otro hombre.
El hombre se sonrojó y luego le dijo:
-No padre, siga así y verá que el muerto será usted.
El padre quedó frío al escuchar a ese asesino, por precaución decidió no llevarle la contraria en todo lo que dijera. Con tono suave, le dijo al hombre:
-En qué más te puedo ayudar hijo mío.
-Padre, ayúdeme a rezar los 2000 padre nuestros y las 2000 aves Marías, me da mucha pereza hacerlo, aunque a mí no me interesa tanto el cuerpo de Cristo, yo no soy caníbal.
El hombre iba a seguir hablando, pero el padre lo interrumpió para preguntarle lo siguiente:
-Hijo mío, si no te interesa el cuerpo de Cristo, entonces qué te interesa?
El hombre con suma tranquilidad respondió:
-A mí me interesa la sangre de Cristo.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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