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Le parecía verla andar por toda la casa, su fino taconeo le recordaba cuando ella llegaba por la noche después de cumplir con sus labores en la agencia de publicidad ABC. Estaba claro, por más que lo intentara no lograría borrarla de su memoria. En la media noche sentía su perfume, abrazaba la almohada en la que ella apoyaba la cabeza todas las noches; sentía el olor de su pelo. Ante tantos recuerdos, todos bellos, destapaba una botella de vino y brindaba por ella, por los besos que se dieron y por las veces que hicieron el amor. Toda la historia que protagonizaron la tenía fresquita en la memoria; recordaba los detalles del primer día que la conoció y el último en que la perdió por su culpa. Esa mujer hermosa no lo dejaba dormir; la falta de sueño estaba alterando sus nervios, al punto que muchas veces pensó suicidarse. De todas las posibilidades que tiene un hombre para acabar con su vida por sus propios medios, le llamó la atención la de aventarse desde el edificio más grande de Bogotá. Después de aventarse sentiría el vacío, la cercanía de la muerte le seducía y no iba a quedar tranquilo hasta materializar la idea. Un día fue al BD BACATÁ, se subió a la cornisa, desde las alturas miró lo hermosa que es Bogotá, cuando estaba a punto de aventarse se arrepintió, se dijo así mismo:
-"Bogotá no sería la misma sin mi".
Bajó rápido del edificio para evitar la tentación de aventarse. Esa noche descartó esa posibilidad de auto eliminarse. De regreso a casa se sintió tan poca cosa, como si fuera un guijarro tirado en la vía al que nadie hace caso y solo espera la llegada de los escobitas que en la madrugada se levantan a barrer la basura que los malos ciudadanos arrojan a las calles.
Estaba claro que la ausencia de esa mujer lo redujo a la mínima expresión, después de haber sido un abogado penalista prestigioso, nadie daba un céntimo por él. Y es que el amor a unos los sube al cielo, mientras que a otros los lleva al infierno o al desierto. Caminaba con paso cansino por las calles de esa ciudad fría. Al llegar a su casa se tiraba sobre la cama y se quedaba durante mucho tiempo mirando el techo de la habitación. Un día fue a vender sus libros de derecho, las leyes y los códigos laborales y penales en ese momento le importaban un bledo, tanto así que los vendió a precio de huevo. Con el dinero de la venta se fue a una de las ollas más grandes que hay en Bogotá, como la fortaleza. En ese antro ya lo conocían, eso le garantiza entrar y salir, pues los que llegan ahí por primera vez nunca salen, después de quitarles el dinero los matan y luego los despedazan, los meten en bolsas negras y los tiran a los caños. Compró 4 periquitos y los consumió despacio, no tenía afán porque nadie lo esperaba. Esos pericos estuvieron mejor que otros consumidos días atrás. La cocaína lo puso a volar de inmediato, atravesó el horizonte, planeó en el aire cuantas veces quiso, se creyó cóndor andino y voló más alto que las demás aves. Pasó el tiempo y aún seguía en el aire, cuando descendió vio a tres metros a la mujer que amaba, creyó que era pura alucinación, esta vez se equivocó porque la mujer era de carne y hueso. Jamás pensó encontrarla ahí, lo único cierto es que decidieron continuar el amor que estaba en pausa.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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Texto agregado el 12-09-2021, y leído por 111 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-09-2021 Ah, qué susto, crei que los periquitos eran verdaderos. MujerDiosa
 
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