...quizá si viviera como se escribía antes,
sin cagarla,
pero soy un papel con cicatrices,
prueba de que aún no domino el arte de tipear sin rectificar.
Soy el eterno masoquista arrancando siempre la costra o
soy como el mar royendo la costra en un eterno vaivén de recordis.
Quizá sea ambos o una amalgama de palabras no dichas,
tal vez yo soy, todavía, allí en ese azar. En esa carta que no te he escrito.
Con frecuencia creo no merecer todo el amor que me destinas,
aunque ahora sea un amor áspero,
un poco roído como mis costras en el mar,
pero que siempre es suficiente.
Fuimos un septiembre como este, yo ya te necesitaba.
Conociste mi perseverancia, mi desorden y responsabilidad, la locura que no puedo ocultar.
Eres el tiempo más agusto, me encanta leerte y observarte entre líneas y creer que tú lo haces también.
Solo quiero ser contigo, porque ese corto tiempo es lo más próximo que recuerdo de está vida de pensar-te, de sentirme acompañado por tu esencia.
Te conocí después de un invierno que podría haberse confundido con el infierno de no ser por la ausencia de calor,
quizá he admirado tanto las plantas, que he adquirido la habilidad de curtirme en la adversidad
sin dejar de brotar,
sin dejar morir lo más susceptible que hay en mí,
pero que sin embargo es lo que alimenta el motor de este mundo,
tan ancho, tan ajeno.
Regué mi jardín y apareciste, margarita.
Caminaré y exploraré todas mis posibilidades hasta encontrar el camino devuelta. |