La sopa de letras coció a fuego lento. Echó un poco de sal y un poco de azúcar al gusto. Le echó una pizca de locura y otra de ternura. Luego trocitos de papa y zanahoria y un diente de ajo para que le diera sabrosura. Antes que la sopa estuviera lista revolvió con una cuchara todos los ingredientes. Tan pronto la sopa de letras estuvo lista, le sirvió a José. Después de poner el plato sobre la mesa, le dijo:
-Te hice esta sopita con mucho amor, pruébala y me dices cómo te pareció.
José se tomó tres cucharadas de sopa en la que iban algunas letras de pasta, entre ellas pude ver la a, a punto deshacerse; la m iba un tanto maltrecha, pero aún no perdía la forma pese a su estado de cocción; otra o iba con mucho color y la r parecía ir muerta de risa. José quedó mirando a Lucía y no pudo disimular el desagrado que le produjo la sopa. Enseguida le dijo a Lucía:
-Para serte sincero no me gustó la sopa, mejor debiste prepararme un plato de mondongo y me hubiera chupado hasta los dedos.
Lucía era una de esas mujeres que nunca pierden la calma ni en las peores circunstancias, con un tono dulce le dijo:
-Eso le pasa a una por preparar sopa de letras, a quien solo le gusta el mondongo.
José, sin pensar lo que iba a decir le respondió:
-Mejor debí ir al restaurante.
Lucía le respondió:
-Mi amor, dame un beso.
José se acercó a Lucía y le dio un beso largo.
Al rato ella, con toda la calma del mundo le dijo:
-Me parece que tus besos no tienen sabor, a partir de mañana besaré a Antonio.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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