Una letra, una insignificante consonante que acaricia, recorre entre la tristeza y la euforia mirando hacía atrás, rozando con sus dedos las cicatrices que forman sus lágrimas, buscando algún mar como río que corre libre hasta el lugar que le pertenece.

Una letra, una sonrisa que estalla entre la sonoridad de un mundo, un mundo de lentes y letras que bailan sin césar al ritmo de la mente que busca constantemente sombras y luces, luces y sombras que nadie puede percibir pero él es capaz de mostrarte.

Una letra, una insignificante consonante que siempre tendió su mano con la voluntad del que enseña a volar al que aún no sabe qué tiene alas.

Con sus defectos y sus virtudes, con su piel... con su pintura.

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