Aquella cálida noche, cuando la policía militar sorpresivamente detuviese a Li Wang Liú; el condecorado general vestía su uniforme de gala. Y la autoridad marcial siguiendo órdenes superiores, le conduciría ante el consejo gubernamental donde sería juzgado.
Tan solo algunos días antes de ser esposado, el rudo oficial pasaría los días puliendo sus incontables medallas (que ostentaba orgulloso, llevándolas a todos lados donde él fuese), y que serían consagradas al valor por destacadas asistencias en el conflicto bélico contra Taiwan.
_ General Liú_ La voz del juez estallaba en miles de ecos, al chocar contra los muros del bunker subterráneo_ Se le acusa de romper los protocolos de seguridad en la planta de investigación y desarrollo de armas químicas. Ocasionando la muerte de más de uno punto dos millones de personas. Por ello es condenado a morir en la horca.
Li Wang Liú no lograba entender como osaban a condenarlo_ ¡No pueden hacer esto a un general condecorado!_ Gritó orgulloso_ ¡Fue un accidente!
_ Usted sabe que en este cargo, los accidentes no pueden permitirse. El virus era nuestra nueva arma, y ahora todo el mundo no solo sabe de su existencia; también nos indica como culpables de su fuga. Lo que obviamente nuestro gobierno negará_ Respondió uno de los agentes de la central de inteligencia.
_ El broche de una de mis medallas que terminaba de pulir, y que guardé en uno de los bolsillos, perforó el traje impermeable_ Resopló furioso el general antes de continuar_ ¡La fuga tenía el grosor de una cabeza de alfiler!
_ Suficiente espacio para que el virus lograra escapar_ Intervino aquel científico que componía parte del jurado_ La junta militar confirma el proceso penal, y dicha sentencia será ejecutada en el acto.
_ ¡Yo desconocía que mi traje tenía fuga!_ La frecuencia cardíaca del férreo soldado superaban los cien latidos por minuto cuando ajustaron una gruesa cuerda alrededor de su cuello _ ¡Mi familia completa pereció por el virus!
_ Quizá en la otra vida el espíritu del emperador Qin Shi Huang le permita ver a su familia_ Refutó el juez abandonando su sitial.
Li Wang Liú ajustaría sus medallas antes que el verdugo acomodara aquella nauseabunda capucha que cubriría la totalidad de su cabeza; y lo último que escucharía el condecorado general, sería el tintineo de las medallas al son del tronar de su cuello, cuando la trampilla se abriese bajo sus pies.