Todas las noches cuando entro en mi cama para dormir, un gato negro viene a visitarme y se acuesta a mis pies. No me asusta que el gato aparezca puntualmente noche a noche de la nada, sino que sin faltar una sola, me dice con su maullante voz: “Hola, vengo a acompañarte para que no estés solo”.
Anoche, en una reyerta de cantina, maté a un hombre a puñaladas. Hoy se apareció en la puerta de mi casa, para exigirme la revancha.
Aunque soy un simple campesino, la Muerte vino hasta mí para pedirme ayuda. Tengo trabajo urgente esta noche, dijo, por andar en una francachela no sé dónde olvidé mi guadaña. Yo, que soy generoso, le presté mi hoz.
Hoy te toca, vengo por ti, le espetó la Muerte a un borracho empedernido. Está bien, respondió aquél, pero antes vamos a tomarnos unas copas. Tomaron y tomaron, pero la Muerte no acostumbrada a ello, se embriagó; cuando quiso cumplir su misión, ya no se acordaba ni a qué había ido. Así que mejor se fue.
Alguien mencionó que en una vieja mansión asustaban. Transido de miedo fui para comprobar si era cierto. Pero fue una vil mentira, en la casona, solo había otros fantasmas chocarreros como yo.
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