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comenzar es maravilloso; se encuentran los anhelos, los miedos, las alegrías, las voces circundantes, los cuentos de terror y de hadas... No siempre los inicios son voluntarios. Cuando lo son por convicción dejamos de ser para transformarnos. Es ahí donde el principio de las cosas, de nosotros mismos, es un adiós y un hola, un agitar de manos que nos muestra el ocaso y el alba, la sonrisa y la lágrima de esperanza de querernos encontrar nuevamente, pero la consigna de que solo será en nuestros recuerdos.
En pocas ocasiones tenemos la dicha, o quizá el infortunio, de despedirnos. Cuando lo hacemos, aún damos lo que no tenemos: la fuerza de nuestros deseos para encomendar la ausencia a la fortuna, a la justicia, a la bienaventuranza, a Dios... Y cuando lo sabemos, cuando realmente tenemos certeza de que ya no habrá mañana, musitamos nuestras ansias y nos estiramos al filo del tiempo para que no nos abandones, para no abandonarte, para sentir que estuvimos hasta el último momento y que la promesa nunca se rompió, porque aquella unión no estaba creada por el paso de las horas sino por la intención de permanencia, de unión, de eternidad.

Un día me despedí de ti, contigo y conmigo mismo. Era la bienvenida a otra vida, sempiterna, perdurable. Pero también era sentir que nunca más podría volver a encontrarme contigo en ese lugar que solo tú y yo conocemos.

Te puedo decir que tienes una parte de mí, más allá de nuestro erotismo que sinceramente arde ferviente; es algo que he tardado en reconocer, pero que ahora me acompaña junto con los suspiros que se escapan hacia ti. Seguramente te dije en mis ensoñaciones que, si tú hubieras dicho que abandonarías todo y estarías conmigo, la locura hubiera sido en ambos. Solo a ti te pude haber dicho algo semejante. En más de una ocasión me has llevado a la locura, y has creado, quizá sin que lo notes, un mundo en mí. No sabes cómo me encantaría quedarme solo contigo

Me doy cuenta de que te admiro, que eres una mujer inquieta, capaz de ir más allá de la realidad, determinada, inteligente y sensible, amorosa, de una alegría consonante. Me cautivas desde la piel hasta el espíritu.

Por supuesto, quiero seguir contigo hasta el filo del agua en el mar de la existencia... pero hay una tierra especial en la que habitas en mí, un país del fue será, un presente sin momentos. Y temo que un día, sin anuncios y sin despedidas, sea dejado por última vez. Creo que ambos sabremos cuando eso pase.

Pero te veré florecer, y así como soy feliz de verte contenta y naciente, seré feliz de verte plena y realizada.



Eres para mí la mejor ilusión que he tenido. Me llevas a vivir en mundos imaginarios llenos de noches, recorridos, caricias, besos, futuros imposibles y plenitud.

Gracias por hacer que mi corazón lata con emoción cuando imagino que algún día estaré contigo, aunque sea unos minutos, aunque no pase nada, porque la incertidumbre contigo es que pueda pasar todo. Gracias por ese mundo de ilusiones.

Que sea la realidad, las acciones y pasiones, y no las palabras, las que ignotas de sí entreguen por última vez la vida que puede ser vivida entre nosotros dos

Texto agregado el 03-09-2021, y leído por 56 visitantes. (1 voto)


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