EL TIEMPO Y LOS OLVIDOS
El tiempo presente, ese momento que estoy viviendo, a diferencia del pasado que ya viví y del futuro que tal vez viviré, es un espacio temporal muy corto que se me va de las manos sin pensarlo, sin sentirlo. En un santiamén deja de ser mi presente volviéndose en poco mi pasado, es decir, transformándose en un olvido; uno de los tantos olvidos guardados en mi memoria y que tal vez algún día lo pueda revivir como un recuerdo.
A veces me pregunto ¿qué estimula a mi memoria para traer a flote esos olvidos ahogados en mis neuronas?, me atrevo a contestar que no es el tiempo, sino emociones, sentimientos, imágenes, ruidos, texturas, sabores, olores entre otras muchas cosas. Creo que los cinco sentidos —de manera inconsciente o consciente— suelen ser, junto con mi memoria, “las naves viajeras” que me transportan a esos olvidos de mí pasado incitándome a revivirlos como recuerdos. También parece obvio que esas “naves viajeras” me mueven a imaginar algunos hechos aún no sucedidos en mi vida, pero con la posibilidad de que sucedan en un futuro; hechos que puedan instalarme en un tiempo y en un espacio, quiero decir, en una realidad cercana a los sueños, pero lejana a la utopía.
Quizá por respeto o temor al tiempo, hay momentos en que me siento débil y efímero, pero también hay otros en que me comporto fuerte y casi eterno, esto es influenciado por mis sentimientos y razonamientos. Tal vez resulte contradictorio pensarlo así, pero en esos instantes, creo que el tiempo junto con los olvidos se encuentran dentro de mí como parte mía y no como algo ajeno o externo…; son esos espacios en que logro, gracias a mis sentires y pensares, provocar la suficiente adrenalina para controlarlos, superarlos y hacerlos míos, realmente míos.
En la actualidad, la velocidad con que mi tiempo se vuelve olvido supera mi tolerancia, esto es resultado de los nuevos sistemas sociales-económicos-políticos-culturales que han desarrollado con brusquedad insensible la tecnología y la modernización, y que por tanto, le han arrebatado al tiempo su parsimonia alterándole tajantemente el ritmo y la cadencia a la que me tenía acostumbrado. Es increíble cómo vivir “a toda prisa” agita e incrementa mis olvidos, me hace gastar mis momentos presentes volviéndolos momentos pasados para satisfacer mi impaciencia, y dejar casi vacía mi temporalidad. ¿Cómo ha cambiado el transcurrir del tiempo para acelerar y acrecentar mis nuevos olvidos?, quizá sea algo que no tengo muy claro, sin embargo, sé que mi tiempo ha sido mío y que él ha timoneado mis “naves viajeras”, sé también que ha fungido —en cierta medida— como el causal de mis propios sentires y pensares; entendiendo y aceptando que estos tomados de sus manos, se volverán mis olvidos, pero con la eterna posibilidad de que en algún momento mis cinco sentidos me permitan revivirlos como gratos o tristes recuerdos.
Vivir el tiempo resulta algo complicado ya que para bien o para mal transcurre sin que yo pueda detenerlo, no obstante que hable de mi tiempo, a veces me parece ajeno, por eso me resulta extraño que sea necesario hacer uso de él para estructurar mi vida de una manera firme y decisiva.
Al instalar el tiempo y los olvidos en mi interior los vuelvo innecesarios, no obstante que apuntalaron o fracturaron con su proceder natural mi pasado y —de manera subliminal— lo harán con mi presente y mi futuro; o sea, con mi propia temporalidad. ¿Quién sería yo si el tiempo y los recuerdos no existieran?, nadie, no sería nadie porque yo soy ellos cuando están cercanos a mí y me atrevo a navegarlos, a gozarlos, a sufrirlos, a vivirlos. Ellos son yo —en sentido figurado— cuando se les da la gana.
Cuando el tiempo se termine me arrancará mis olvidos, me dejará sin latidos, sin respiración, sin vida…; se llevará su temporalidad… esa que alguna vez sentí y viví como mía.
Jerry Méndez
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