En asuntos de cabello nadie tiene la última palabra; tenía un cabello que cualquier mujer desearía tener, era un cabello negro, sedoso, brillante que le llegaba a la cintura. Tenía problemas al lavarlo, eso le molestaba, al punto que un mal día decidió cortárselo. Pidió que se lo cortaran como si fuera el cabello de un hombre. La chica que le hizo el favor, le sugirió que no lo hiciera que se veía muy bien con el cabello largo, pero no hizo caso. Al regresar a su casa, lo primero que hizo fue mirarse en el espejo y la verdad no se sintió bien. Tenía un rostro muy bello, aún con el cabello corto se podía ver toda su hermosura. Por un momento se avergonzó de verse con el cabello corto. Para remediar esa situación decidió no salir a la calle hasta que el cabello le creciera. Cada semana la peluquera que le cortó el cabello iba a hacerle masajes capilares y le llevaba productos naturales que ayudasen a crecerle pronto. Al paso de mucho tiempo volvió a ser quien era antes, empezó a salir a la calle, retomó todas las actividades que abandonó apenas se peluqueó. Por la noche, Edmundo se dijo así mismo:

-"Ahora si me veo bella".