De ilusiones y realidades
por Isabel Rodas
Estamos en casa, sentados en el sillón, los dos recién llegados del trabajo. Ella, mí mujer, es vendedora de bienes raíces, y yo un empleado de una multinacional.
Somos pareja hace algunos años, lo suficiente para conocernos bastante.
No tenemos hijos todavía. Estamos cómodos así por el momento.
Se acerca con una carpeta y saca una foto:
-Mirá, es la foto de una de las habitaciones de la casa que te conté, los vecinos quieren que encuentre a los dueños. Está abandonada hace unos años y temen que la ocupen. Es raro que no lo hayan hecho aún - me dice.
-A ver - le digo, y la escaneo con la tablet, para guardarla y analizarla más tarde.
Después de cenar, ella se acuesta. Yo me quedo en el living como siempre mirando una peli, o googleando en la compu o la tablet. Es mi momento, que no cambio por nada.
Enciendo la tablet y lo primero que aparece es la foto. Comienzo a mirarla detenidamente como si fuera un cuadro.
En principio veo tres de las paredes de una habitación más bien pequeña, en la que contra la pared derecha hay una especie de mueble que en algún momento habrá tenido varias puertas, hoy se ve solo una y sobre ésta un cajón y sobre éste un televisor antiguo en uno de los extremos, más precisamente viendo la foto, es el extremo del fondo. En el otro extremo se ve la cavidad dónde otrora supongo habrá habido otras puertas. En la pared izquierda, al fondo apoya algo que parece ser una cama de una plaza. En la pared del fondo hay una ventana que ocupa algo así como la tercera parte de ésta, y a la izquierda de la ventana hay un cuadro colgado de la pared. Debajo de la ventana hay una estufa del tipo de radiador, curiosamente contrasta con los demás muebles, ya que está limpia. En el medio de la habitación caben dos sillones individuales con una mesita alta en el medio.
Cómo si fuera una alfombra verde, un tapiz de pasto húmedo y mullido se apodera de los lugares donde no hay muebles, y la humedad da vida a una planta de mayor follaje que se asoma delante de la estufa.
Sobre uno de los sillones, el que está más lejos de la ventana también el pasto ha crecido, pero curiosamente en el otro se encuentra con su tapizado intacto y está frente al televisor en el cual se ven imágenes como si estuviera prendido. Sobre el mueble dónde está el televisor se ven abajo y al lado del mismo algo que parecen ser los harapos de manteles y lo mismo sucede sobre la mesita.
Por la ventana de la pared del fondo entra la luz del sol que alumbra sobre el sillón, parte de las cortinas están impecables, mientras que otras sólo son despojos de un pasado que está presente, detenido en el tiempo. A través de la ventana se pueden ver algunos árboles y el techo de la casa lindante.
No podría decir que se encuentra en el lugar presencia humana o de algún animal, ya que no hay restos de comida, ni ninguna otra cosa que pueda hacer pensar en ello.
Cualquiera diría que es un lugar inhabitable sin embargo a mí, me embriaga la idea de los entes que condenados a no morir, habitan desconsolados y pertrechos estos lugares a los que los hacen suyos como paraísos, y olvidando sus penas y las ajenas danzan y cantan con sonidos escabrosos diluyendo la curiosidad de cualquier mortal de adentrarse en sus territorios. Secretos a voces que se han quedado muy bien guardados por sus moradores. Almas que ante diferentes exorcismos vagan errantes, sin rumbo resistiéndose a morir.
Mí mujer se levanta y me dice:
-Es tardísimo,¿qué hacés? Ah, ya sé, estudiando la foto. Sos incorregible vos.
Sabía que te ibas a entretener con eso.
Ella prefiere que la gente le cuente cosas. Yo prefiero que las cosas me cuenten sobre la gente, porque me gusta imaginar . Porque las personas hablamos con verdades distintas cada una, mientras que las cosas inanimadas hablan por sí mismas.
Es cierto que la realidad desviste las más hermosas y horrorosas fantasías, pero qué importa, si para soñar necesito de la desilusión, prefiero eso a pensar que no hay nada más que ver que lo que tengo ante mis ojos.
Y quizás no sea más que eso , una casa abandonada como otras tantas que sus herederos no se ponen de acuerdo para vender.
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