A todos los clientes que les vendía cacharros y baratijas les ofrecía un espejo de 50 de largo por 25 de ancho, tenía un marco tallado en madera que me hizo recordad el estilo barroco. El espejo era muy bonito, pero por más que ofreció y rebajó el precio, nadie se interesó por adquirirlo. Muchos se miraron en el espejo y al rato. dijeron que no les interesaba, que en su casa ya tenían uno en la sala y otro en el baño, que no era prudente tener más espejos en la casa porque atraen fantasmas que luego no se quieren ir. José quería deshacerse de ese espejo a como diera lugar, intentó regalarlo a muchos de sus clientes, pero nadie lo quiso recibir. Angustiado ante esa situación, agarró un martillo y lo hizo pedazos. Al fin logró deshacerse de ese tétrico objeto. Enseguida se acostó a dormir. Los pedazos de espejo quedaron en el piso. Estaba tan cansado que no tuvo ánimo para barrer y recoger lo que quedaba del espejo. Su descanso fue tranquilo por un buen momento, de repente se tornó terrible. De cada fragmento salía otro y otro y otro y otro de sí mismo. Salieron tantos que su casa se llenó de una multitud de él mismo. Todos tenían hambre y muchas deudas urgentes, ante esa circunstancia lo despertaron, con horror descubrió que no tenía cuerpo. Corrió a pegar los pedazos de espejo, pero no los encontró por ninguna parte. Fue a su alcoba y encontró el espejo en perfecto estado. Le hizo una mueca al espejo, pero no se reflejó. Sólo entonces se dio cuenta que hacía más de un año que había muerto. Los otros yos de él mismo se dieron muerte entre si. El único que sobrevivió anda vendiendo el mismo espejo que no pudo vender José.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
@