Entró en una fase de silencio. Se dijo a sí misma- como tantos otros- que era mejor callar que revolcarse en el literario fango. Acordó su haraquiri literario consigo misma.
Ya puestos- se dijo también- cambiaría su vida. Hasta su marido le parecía un estorbo prescindible. Partirían el dinero y cada cual a lo suyo. No harían falta abogados, ni entogados juzgadores.
Ya puesta- pensó también- probaría a echarse una novia. En la nueva ciudad- también fruto de aquel cambio- nadie repararía en ello. Ni en ello ni en ella. También decidió hacerse un cambio de look general.
Cuando culminó todo aquel proceso de cambio se apercibió de que tampoco había aportado demasiada satisfacción a su vida.
Debía ser otra cosa la que fallaba- concluyó. Lo había probado todo. Por qué seguía siendo una persona desgraciada. Lo que fallaba era la propia existencia, por lo que decidió- ya puestos- acabar con ella.
Texto agregado el 19-08-2021, y leído por 76
visitantes. (3 votos)