¿No sé que tienen
los días de lluvia?
Un canto melancólico
de gotas
desprendidas del cielo.
Un viento húmedo y frío
que se desliza por el cuerpo
hasta tocar al alma.
Un recuerdo triste
de una partida
en la tibieza
de una cama vacía.


¿No sé que tiene
los días de lluvia?
Unas gotas golpeteando el techo
que traspasan hasta el cielo falso
de nuestras alegrías,
mojándolo.
Un sonido hipnótico
que arrastra nuestra cabeza
hacia los profundos
pensamientos del pasado,
hacia un silencio,
hacia una ausencia,
hacia un nunca más.


La lluvia es
el rítmico golpeteo
que invita a correr de prisa
tras las sonrisas perdidas
y que al no encontrarlas
se desata en un llanto
incontenible.
Es el llanto desconsolado
de un planeta que sufre.
Es el beso tibio y húmedo
que espera la reseca tierra,
ahogada con el polvo
que se desprende
y se aleja de sí misma.
La lluvia es un adiós.
La lluvia es
en esencia una despedida.


La lluvia es
la tristeza que se camufla
con el gris de los paisajes.
El sollozo que se seca
sobre los ojos.
La lágrima tibia que consuela
con suave caricia la mejilla.
El bullicio que pareciese
aumentar sin límites,
como las ganas
de verte otra vez.
De ver la vida en tus ojos
y tú la sonrisa en los míos.