Todos y cada uno tenemos vicios, grandes o pequeños; algunos vicios son buenos, otros muchos no tanto. Algunos pocos, son de los peores. Calificarlos en cada rubro depende, como reza el dicho popular, del cristal a través del cual se miran.
Beber alcohol, por ejemplo: hay infinidad de gente que lo bebe. Una copa de vino bien servida en el momento oportuno, una cerveza bien helada (muerta) cuando la sed es insoportable, un tequila ya sea sólo o con limón y sal cuando el cuerpo necesita reaccionar ante un frío intenso, ¿son realmente malos?... ¿Llevar a cabo estas acciones una vez al día, sería realmente malo? ¿Ello me convertiría en un vicioso? ¿O es el abuso que hacemos de cada situación la que no está bien? Incluso si decido abusar y bebo demasiado vino, cerveza o tequila, ¿está mal?... Si yo decido lo que puede ser bueno o malo para mi organismo y considero que el abuso es bueno porque así lo decidí, entonces es bueno?
No fumo ni bebo alcohol. Ambas cosas las he probado, pero no sufro ni me derrito por ellas. Esto no significa que al no consumirlas esté en lo correcto.
Hoy ante tanta contaminación y la atención que a nivel mundial se le está dando al cuidado ambiental, tenemos ya muchos lugares libres de humo de tabaco. La empresa para la que trabajaba elabora cerveza, la vende y la distribuye en muchos países del mundo; sin embargo, dentro de la empresa está prohibido fumar y romper esta regla podría significar perder el empleo; incluso ella, ha obtenido diplomas como industria limpia y ambientalmente responsable. Entonces producir bebidas alcohólicas no significa que sea malo. Otra vez es lo que yo decido hacer ante una bebida generosa. Soy sincero, no me gustan los borrachos ni lidiar con ellos, en tal estado pueden ser tan necios que ser ecuánime representa un verdadero sacrificio.
Hablar sobre el consumo de drogas es un tema tan trillado, espinoso y difícil, que por donde quiera que se le quiera tomar, sale uno raspado. La literatura sobre el tema es inagotable e infinidad de libros serios sobre la materia o novelados, nos muestran lo que estas sustancias pueden lograr o malograr. Recuerdo un par de títulos: Pregúntale a Alicia y Nadie sale vivo de aquí. Y en la música de rock hay ejemplos para dar y prestar: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin. Elijo estos tres nombres porque crecí escuchando su música y toda ella me parece de gran calidad, aunque sea música de hace poco más de cincuenta años. Ellos consumían drogas. ¿Eso fue malo para ellos? ¿Habrían sido igual de brillantes si no la hubieran consumido?
Todos tenemos ciertos vicios y nuestras pequeñas perversiones. Hablar de mis vicios, implica decir lo emocionante que es entrar a una librería o a una tienda de discos y buscar sin importar el tiempo un libro o un disco anhelosamente buscado desde hace tiempo. En ambos he tenido varias satisfacciones. Cuando me encontré La Pimpinela Escarlata de la Baronesa d´Orczy, así nomás sobre un anaquel en una sucursal de la librería El Sótano, me temblaban las manos al tomarlo y ya no lo solté para nada. ¿La razón?... Que muchos años atrás, recién cumplidos los quince, me lo prestó un buen amigo y nunca pude leer más de un par de capítulos sin terminar el resto. ¿Y en los discos?... ¿Qué tal encontrarse en una tienda, nuevo, con su celofán y sello de seguridad El hombre de la Mancha, interpretado por Nati Mistral, Claudio Brook y Óscar Pulido? ¿O uno de rock: el Undead, de Ten Years After?
De nuestras perversiones, hablé de pequeñas; pero esto depende de cómo las consideremos cada uno. Voy a comentar dos de las mías: Todas las mañanas al levantarme, me pongo la máscara diaria; me digo que todo está bien, que ya no habrá contagios por la pandemia, que no me hace falta nada, que soy perfecto e inteligente, que si soy optimista todo va a salir muy bien. Soy perverso en esto, porque conforme pasa el día y las cosas no salen como lo había pensado o planeado y voy sufriendo pequeños fracasos cotidianos, la máscara se me va cayendo a pedacitos. Hablo de pagar la luz, el agua o el teléfono; que el jefe en el trabajo me ha regañado por algo de lo que no era responsable; de que te acercas a tu mujer, te entran unas ganas inmensas de hacerle el amor, pero en ese momento ella está cansada porque el día entero ha lidiado con la casa, la comida o los hijos. Existe la perversión, porque al siguiente día me voy a poner la máscara igual que el anterior, me daré ánimos diciendo que todo está bien y el final del día será similar a todos los demás. He hablado de la máscara de diario, pero también existen infinidad de máscaras: para las fiestas, la de los domingos, para los sepelios, la del trabajo...
La segunda perversión es más simple: desde hace algún tiempo tengo la convicción de que puedo escribir o narrar bien. Esto también es perverso, porque escribo y trato de que muchos me lean, sin importarme que les guste o no lo que escribo. Porque no voy a dejar de escribir, aunque lo haga mal. Seguiré escribiendo.
Otras de mis pequeñas perversiones se van a quedar guardadas. Algunas son más complejas. La máscara de todos los días, me ayuda a sobrellevarlas.
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