I
-Me voy cariño. Hoy me toca velar. Mi compañera Alicia se enfermó, tengo que cubrir su turno. Te veo hasta mañana por la noche, el de la mañana y de la tarde son míos. Cena algo ligero para que no tengas pesadillas. Te amo.
Diana le dio un beso rápido a Marcos en los labios y se fue. Ella era enfermera, trabajaba en un hospital cercano, esta vez tenía que laborar tres turnos seguidos. Era un trabajo duro, pero a ella le gustaba, disfrutaba atender a los enfermos y poner en práctica los conocimientos adquiridos, para ayudarlos. Trabajar de noche requería de buena salud y haber dormido lo suficiente durante el día. Si no había algún paciente demasiado grave, había la oportunidad de echar una pequeña siesta durante el turno de noche.
Marcos era publicista, le iba muy bien, entre Diana y él, ganaban lo suficiente para darse una vida holgada con ciertos lujos. Iban de vacaciones de vez en cuando para recargar energía, pero solo cuando el trabajo de Diana lo permitía. Esa noche, Marcos tomó en la cocina un vaso de leche con un pedazo de pan, luego se fue a dormir. Subió con desgano las escaleras que conducían a la recámara. La verdad es que el lecho era demasiado ancho sin la presencia de Diana. Se puso su piyama, lavó sus dientes, pero ya en la cama, después de varios minutos se dio cuenta que no podía dormir, daba vueltas, más vueltas y el sueño no venía; fastidiado, prendió la luz de la lámpara que se hallaba sobre el buró y tomó el libro que leía desde algunas noches atrás: Estudio en Escarlata, de Conan Doyle. Leyó un buen rato, hasta que se sintió realmente cansado, se durmió casi al instante. Poco después comenzó a soñar, a tener pesadillas. A últimas fechas le sucedía a menudo, los sueños que tenía eran situaciones extrañas que le generaban angustia, porque en ellas había peligro, así que se despertaba dos o tres veces por la noche, inquieto, sobresaltado. No quería ir al médico para resolver esta situación; sin embargo, ya se iba haciendo necesario.
Soñó que dormía en su misma cama, que escuchaba con claridad un ruido el cual lo obligaba a despertar y ponerse alerta. Alguien extraño había entrado en la casa, un ladrón tal vez. Se vio bajando con sigilo las escaleras, traía un bate entre las manos. El desconocido parecía estar en el pequeño estudio que solía usar para trabajar en casa. Estaba de espaldas a él hurgando en su escritorio. No lo pensó más, levantando el bate lo descargó con fuerza sobre la cabeza del ladrón, quien cayó con un ruido apagado. Accionó el interruptor de la luz y se acercó al cuerpo caído. Era un hombre de mediana edad, mal encarado, con barba de varios días. Había una pistola a su lado. Por supuesto no lo conocía. ¿Cómo había entrado?... Llamaría a la policía, pero antes tenía que amarrarlo. Se acercó al cuerpo del ladrón y fue cuando comprobó que el hombre estaba muerto. ¡No era posible! Ahora se había convertido en un asesino.
Marcos despertó nervioso, con miedo, el cuerpo sudado; solo pasados algunos segundos comprendió que era una más de sus malditas pesadillas, que estaba en su cama, que la quietud y la oscuridad de la noche lo envolvían. Suspiró aliviado, poco a poco se fue quedando dormido. Ahora, sin soñar.
II
Antonio vivía al otro lado de la calle, frente a la casa de Diana y Marcos. Vivía solo, pues su mujer lo había abandonado seis meses atrás por su carácter irascible y egoísta. Además de ser un golpeador. La esposa no aguantó más y se marchó sin decir algo, simplemente se fue para librarse de aquel energúmeno. Así que al ver lo bien que se llevaban sus vecinos de enfrente, le entraba la envidia y cierto resentimiento de que el vecino tuviera una mujer tan bonita como Diana, a la que veía salir a veces. Casualmente la noche que ella salió a trabajar para cubrir el turno de su compañera Alicia, Antonio miraba a través de la ventana y observó cuando se marchaba. Siguió mirando cómo la mujer abría la verja de su casa, sacaba el auto y volvía a cerrar. Esperó hasta que subió de nuevo al auto y arrancó. Era un deleite mirarla. Luego, se preparó un sándwich para cenar y abrió una cerveza para acompañarlo. Tomó asiento en el sillón frente al televisor, buscó una película cualquiera con el control remoto y degustó su cena. No supo cuánto tiempo permaneció ahí, pues se quedó dormido. Soñó.
Soñó con sus vecinos, primero con Diana, a la que vio ataviada con un vestido azul marino ajustado con un escote generoso y que le sonreía complacida. Pero eso duró poco, porque enseguida apareció el marido bajando unas escaleras con un bate en las manos, le miró entrar en una habitación, escuchó un golpe fuerte y el ruido de algo pesado al caer; luego, el vecino entró y salió un par de veces de la habitación, llevando una cuerda y un lienzo blanco; al salir de la casa cargaba al hombro un bulto largo y al parecer pesado, que llevó hasta su jardín y empezó a cavar con una pala, al pie de un manzano. Al final, echó el bulto en el agujero y lo tapó con la tierra removida. Aquello parecía una tumba improvisada. Marcos fue a un extremo del jardín y colocó un rosal sobre la tierra recién removida.
Antonio despertó inquieto. El televisor continuaba encendido y en él pasaban ahora noticias. Lo apagó y se quedó quieto, pensando en la oscuridad. ¿Qué había soñado?... ¿Su vecino había cometido un crimen? ¿Habría matado a su esposa? No, eso no sonaba lógico; pero entonces a alguien más, si no, ¿por qué había enterrado aquel bulto largo en el jardín? Además, cómo pudo ver todo aquello, desde su casa podía ver la reja de la casa de los vecinos, un poco el frente del jardín, pero no más allá. ¡Qué sueño más loco y extraño había tenido! Se levantó del sillón y se acercó de nuevo a la ventana. La casa de los vecinos permanecía a oscuras. Todo estaba tranquilo. Sin embargo, él tenía sus dudas, algo había pasado en aquella casa aunque no lo pareciera, había sido un sueño, pero no estaría de más reportarlo a la policía, para que vinieran a investigar. Lo haría a primera hora y con gusto. Marcos no era de su agrado.
III
Antonio se levantó muy temprano, desayunó cualquier cosa y con la idea creciente de avisar a las autoridades del sueño que había tenido, se fue a la delegación de policía más cercana. Le costó trabajo convencer al encargado del lugar, para que le hicieran caso de ir a revisar. Finalmente le indicaron que enviarían a un par de policías para investigar.
Esa mañana Marcos trabajaba en casa, usaba el estudio donde normalmente lo hacía y le extrañó que alrededor de las once de la mañana tocaran el timbre de la reja exterior. Fue a abrir y se encontró con un par de hombres extraños, que de inmediato preguntaron por él.
-Somos policías -, dijeron mostrando sus placas -. Hemos recibido informes de que en esta casa probablemente se haya cometido un crimen. Queremos revisar.
Marcos se inquietó un tanto, porque todavía tenía fresco en su memoria el sueño de la noche. Tratando de estar sereno, les permitió el acceso a aquellos hombres y los acompañó a donde le indicaron. Por supuesto, al jardín. Algo nervioso, Marcos los acompañó en la revisión, llegaron al pie del manzano y los policías hicieron la observación de por qué estaba la tierra removida. Intentaba sembrar un rosal, dijo Marcos, mirando la pala que se hallaba aún recargada sobre el árbol. Vamos a destapar este agujero, quizás haya alguien ahí adentro, dijo un policía. Marcos les ayudó a cavar porque aparte del sueño, él tenía su conciencia tranquila; además, todo había sido una pesadilla, ¿o no?; sin embargo, ¿por qué estaba la tierra removida bajo el manzano? Él no había hecho ahí ningún trabajo sino solo en el sueño. ¿O no había sido un sueño lo del ladrón y realmente había matado a alguien?... Cavaron y cavaron, revolvieron la tierra sin encontrar cadáver alguno. Pidieron revisar el interior de la casa y Marcos los guió por todos los rincones de la misma, incluida el estudio y la planta alta. Más tarde los policías se fueron, pero no encontraron nada.
IV
Diana anduvo en el turno de noche atareada, atendiendo a algunos enfermos que aunque no estaban graves, necesitaban atención: dar medicamentos, colocar sueros, tomar presiones y temperaturas, etc. Fue pasadas las tres de la mañana que tuvo un respiro, entonces se preparó un café y le comentó a otra de sus compañeras que necesitaba un descanso. Vete a dormir un rato, le dijo la otra, yo te despierto en una hora. Agradeció la ayuda y se retiró a un espacio que tenían las enfermeras, precisamente para descansar. Se acomodó lo mejor que pudo en un sillón, quedándose casi de inmediato dormida. Soñó, pero su sueño no fue nada tranquilo, en él aparecía Marcos. Lo vio inclinado al pie del manzano del jardín, retirando un rosal que estaba ahí plantado. Ella no recordaba que tuvieran rosal alguno en ese lugar. Luego se puso a cavar retirando la tierra, haciendo un hoyo grande, profundo, se metió en él para sacar un bulto grande, blanco y pesado que había en el interior. Cubrió de nuevo el agujero con tierra y se llevó en hombros el bulto aquel. Abrió la verja para salir a la calle. Caminando, recorrió muchas calles oscuras y solitarias. Nadie lo vio con el bulto. Lo tiró en un terreno baldío, que la gente ya utilizaba como basurero. Luego caminó de regreso a su casa.
Diana llevaba dormida escasos treinta minutos, pero aquel sueño la despertó. ¿Por qué estaba soñando eso? ¿Qué hacía Marcos en ese sueño cargando un bulto largo y pesado, que más bien parecía un muerto? Agitada, reflexionó sobre lo soñado unos minutos, pero no pudo sacar ninguna conclusión lógica sobre ello. Ya no pudo dormir, todavía impactada por aquella pesadilla. Lo hubiera querido comentar con Marcos, pero no lo vería hasta la siguiente noche, luego de salir del trabajo. Pensó en llamarle por celular, pero se arrepintió, prefería decírselo en persona. ¡Ya se lo contaría!
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